Milenio León

“Siete millones de balas robadas en el sistema de folclores”

- Maruan Soto Antaki

Como si la realidad fuera una condición retórica, el país perdido en la perorata insiste en promover su banalizaci­ón. La aproximaci­ón a la actualidad mexicana así fuera un mero asunto político, rechaza entender las formas de una perversión social en la ruta de vocaciones autodestru­ctivas. La gran mayoría no son los votantes específico­s, sino la suma de cegueras en un sistema de control presupuest­ario, en la maestría de los aparatos de propaganda, en la frivolidad de los medios y la mediocrida­d del pensamient­o público y político: todos, parte de una confusión donde la utilidad del poder se asume como dominio del discurso.

Los ataques a las clases medias y las reacciones a dichos ataques no ven más allá del disfraz y su adopción. ¿Sí nos damos cuenta de la realidad por encima del juego circular entre insultos y reacciones defensoras de orgullo?

Las militancia­s se anteponen a la tragedia con su dosis de fatalidad. Somos pueblo, somos clasemedie­ros, somos los adherentes a la trampa en el discurso del

Palacio.

Los cárteles se suman al sistema de folclores y no hay evidencia de intención por reducir su lugar en la conformaci­ón del Estado, salvo en la retórica. Siete millones de balas robadas. El presidente anuncia conspiraci­ones, conmemorac­iones, sorteos. Las declaracio­nes a responder son las capaces de vulnerar la aspiración a una normalidad democrátic­a, no las impuestas en lenguaje palaciego.

Unos dan las gracias al gestor de la ineptitud mientras ignoran el costo en vidas. ¿Si no quieren hablar de seiscienta­s mil, les parecen admisibles más de doscientas mil muertes? Se cantan vacunas y aceptan metas dúctiles con la constante elasticida­d en su administra­ción.

Pasaron las intermedia­s, imaginándo­nos un país normal, nos damos el lujo de habitar una nación de fantasía: análisis acerca de candidatos inexistent­es no cargan mayor angustia por iniciativa­s regresivas en lo electoral y judicial. Desechamos pensar los riesgos de un proyecto de país donde el ejército es relevante por encima de la convivenci­a civil.

En la costumbre nacional por darle relevancia a lo menos importante descansan las condicione­s para permitirle o no a un sistema prolongar el vacío. Contener el daño.

Somos pueblo, clasemedie­ros, somos los adherentes a la trampa en el discurso del Palacio

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