La lucha por el derecho
Rudolf von Jhering, jurista alemán, hace la siguiente pregunta en el prólogo a su libro La lucha por el derecho ¿Qué es lo que debería hacer el titular de un derecho cuando éste es pisoteado? Su respuesta es luchar, porque el derecho es una “idea práctica” que motiva la conducta de personas hacia algo que los alemanes denominan Rechtsgefühl, un interesantísimo concepto que lamentablemente no tiene traducción directa al español, pero que podría significar “sentido de la justicia”.
¿Cómo se manifiesta en la práctica esta idea? Típicamente en tribunales o en negociaciones, cuando la causa afecta a particulares. Pero también, en luchas sociales o en las urnas, cuando la causa afecta colectivamente. ¿Qué se logra con esto? La integración de nuevas normas que reflejen la realidad social hasta entonces ignorada o la aplicación de las normas que, si bien recogen los valores de esa realidad social, no son plenamente observadas por ideología o conveniencia de sus aplicadores. Independientemente de las consideraciones y críticas hacia Jhering, reflexionar en torno a estas ideas nos recuerda tres cosas fundamentales sobre el derecho: (I) su construcción es un fenómeno social, (II) es un hecho de la realidad: nace y se extingue en el tiempo, por lo que el conflicto en torno a él no es ajeno; y (III) es revisable (cambiante) y para ello, puede ser integrador e incluyente de las distintas voces que luchan por él y en torno a él.
Me vienen a la mente dos luchas que vale tener presente para evaluar los resultados del pasado proceso electoral y los siguientes años.
La primera es la lucha social protagonizada por muchas mujeres en México. Ellas luchan por su vida, libertad y seguridad; por la igualdad de oportunidades; por la aplicación y el pleno ejercicio de muchos derechos tan básicos que irrita tremendamente que el sistema no pueda garantizárselos. Luchan también por la inclusión de muchos derechos más que la realidad social exige que se discutan con atención y perspectiva de género. Dicho de otro modo, la lucha es contra la tan internalizada ideología de superioridad de unos, tan escondida en el subconsciente de casi todos; no contra razones, sino contra una concepción del mundo que no tiene de dónde agarrarse ni sostenerse y que es profundamente opresora.
La segunda es la lucha democrática de los mexicanos para combatir la desigualdad social que no permite organizarnos plenamente como nación; pero también, para instaurar un gobierno que, justificado en una fuerte tradición intelectual y filosófica, sea un gobierno de leyes y no de hombres. ¿Para qué? Para que el peor de los hombres, nos haga el menor de los males.