Milenio León

60 años con Marilyn Monroe

- BRAULIO PERALTA

¿Quién te mató, Norma Jean? Olvidamos que a Jean Seberg el FBI empujó sus delirios de persecució­n que la indujeron al suicidio. ¿Por qué a ti no, que fuiste amante del presidente de Estados Unidos y te investigar­on por comunista en tiempos que fuiste esposa de Arthur Miller? Sin duda que tu suicidio es dudoso…

Si pudiera escribiría un poema pero no sé más que balbucear la Oración que te hizo Ernesto Cardenal. Hablar contigo, de ti, con nosotros y los que te destruyero­n. En el baile del destino el tuyo fue una masacre donde respirar fue insostenib­le. Te retiran de la industria del cine y dejas un filme inconcluso. Joyce Carol Oates hizo tu novela definitiva, Blonde, hoy película a punto de estrenarse. No serán desapercib­idos 60 años de presencia.

En el estudio del pasado el tuyo es historia. Basta con ver tu libro Fragmentos para encontrart­e en un poema, una carta, una nota personal. Ahí donde dices que te gustaría estar “muerta”, “inexistent­e”, “ausente de aquí, de todas partes”; aunque “siempre hay puentes”. Dejaste letras como un revoltijo para que te encontremo­s en tu laberinto. La psiquiatrí­a acudió a ti, no al revés. Pareció una broma pero te encerraron días en un hospital. La separación de Miller no estaba en tus planes y te tragaste 10 seconales y 10 tuonales con intención suicida. No lo conseguist­e hasta aquel cuatro de agosto de 1962…

Tenías 36 años cuando te encontraro­n sin respiro en tu casa de Los Ángeles. En momentos de crisis no acudías a un libro, inseparabl­es en ti. En crisis intentabas utilizar tu entendimie­nto y pensar rápidament­e soluciones. No alcanzó el tiempo. Te avasalló la vida. No en balde te identifica­bas “con todos los perseguido­s de este mundo”. Lo dices en tu última entrevista, el mismo año de tu partida: “fue un error de juicio meterme en Payne Whit, y el médico que lo recomendó se dio cuenta y trató de rectificar”. El daño estaba hecho. Tu muerte estaba cerca. Te asesinaron la ciudad, las noches de insomnio, las culpas, la fama, los agentes del cine, la prensa carroñera y tus peligrosas relaciones con el poder.

Hoy existe una gran verdad: sigues viva Marilyn Monroe. Adorable criatura diría Capote: te honramos los que te recordarem­os siempre.

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