Los dos Méxicos distintos
Acudamos al “conocimiento por huellas legado por Efrén Hernández en su novela La paloma, el sótano y la torre (1949) donde patentiza el “relato escrito por el testigo de una escena antigua”. El autor, con su fluida sencillez, apunta: “El interés de aquellas escenas que a mí me impresionaron con particular viveza (…) me han llevado a hablar de ellas más de lo que es debido y fuera justo para la cabal inteligencia de esta historia”.
Recordemos que, en agosto de 1914, Efrén Hernández está a punto de cumplir dos lustros de vida. Su memoria ha registrado ya una ciudad pacífica y cotidiana: León de los Aldama donde ve “a sus honrados moradores que solo piensan en el trabajo [y] no se ocupan de revoluciones”. Lo mismo hace su padre (“procedo de tocayo”, anota el escribiente de Notaría en su Ficha biográfica, 1955) quien imparte justicia en San Francisco del Rincón.
Pero la sociedad leonesa está en calma. Se previene peregrinando a la Catedral Basílica donde pide la intercesión de la virgen María, en su advocación de la Luz (“Madre de la Luz Increada”, como reza una inscripción en los muros de la sede episcopal) ante cualquier catástrofe. El vivalavirgen de los fieles se alza con la devoción del rezo de un Triduo—promovido por el Obispo Emeterio Valverde y Téllez—que culmina con una «Décima» que a la letra dice:
Los católicos leoneses, ajenos en su mayoría a la política (revolucionaria) les interesa quedar arrobados —“al contemplar tu faz, Santa Señora”— aunque dejen caer el pincel y la paleta y digan junto con don Federico Escobedo Tinoco «Tamiro Miceneo»: “(…) También yo, ahora, / al quererte pintar; como saeta / hame herido tu luz encantadora, / y… ¡se rompe mi lira de poeta!”.
Esto sin duda es un recordatorio a, mejor dicho, una evocación de, la “antigua historia vagabunda (…) [de] un pueblo de religión (…) [y] no de patria”. La ciudad de León, en oposición a la oscuridad, también celebra y ve lejana la intervención bélica que se da en el Norte del país y en la capital de la República. Incluso en los alrededores de la ciudad, la movilización del general Cándido Navarro y sus fuerzas no pasan de ser un rumor más.
Acomoda entonces la “realidad de dos México perfectamente distintos: separados y a veces antagónicos: el México oficial y el México popular”, según señala José Bravo Ugarte.