¿Un brexit a la mexicana?
La soberanía de las naciones es relativa. Ciertamente, la historia es en gran parte un recuento de conquistas territoriales y pueblos sojuzgados. Aquí mismo, Hernán Cortés pudo vencer a las huestes de la Triple Alianza porque los tlaxcaltecas y los totonacas se aliaron a sus fuerzas para quitarse el yugo del opresor azteca. Y en estos momentos estamos presenciando la asombrosa invasión de un país europeo, perpetrada por un tirano tan desalmado e impune que él solo, por sus pistolas, ha puesto en jaque a la economía mundial, por no hablar de las atrocidades consumadas por su soldadesca. La defensa del suelo patrio sería, entonces, perentoria e improrrogable.
Algo parecido, en lo que toca a la preservación del patrimonio y las riquezas de una nación, podría decirse de la resistencia que debe oponerse a la descarnada explotación de los recursos estratégicos por parte de las potencias económicas o las grandes corporaciones multinacionales. El saqueo ocurrido en los países africanos en los tiempos del colonialismo sería la representación misma de un orden mundial injusto.
Pero esa realidad ya no la estamos viviendo, por más que el discurso victimista y plañidero de los izquierdosos se alimente, a estas alturas todavía, de las trilladas denuncias contra el capitalismo depredador: la exportación de materias primas no es necesariamente una forma de entreguismo
al exterior, la compra de productos fabricados más eficientemente en terceros países no es tampoco una muestra de indigna dependencia y el comercio entre las naciones del planeta es, más bien, un fenómeno muy beneficioso para todos.
Un país no deja de ser soberano cuando se asocia con otras naciones para que las mercancías producidas por unos y otros fluyan libremente. Los acuerdos implican reglas y compromisos, desde luego, pero su cumplimiento esvoluntarioporelhechomismodehaberse celebrado un convenio previo entre las partes. Las cláusulas de un contrato se respetan porque los firmantes aceptaron, en su momento, las obligaciones estipuladas.
La modernidad se desentiende muy saludablemente de la “soberanía” a ultranza, de ese principio sacralizado ferozmente por los nacionalistas más rancios.
Ah, pero tuvo lugar el brexit. Y, aquí, parece que para allá vamos…
La modernidad se desentiende muy saludablemente de la “soberanía” a ultranza