Milenio León

Viaje sin retorno

- MIGUEL ÁNGEL PUÉRTOLAS miguel.puertolas@milenio.com

He estado reflexiona­ndo sobre las críticas emitidas hacia la decisión de cambiar el mando civil por un mando militar en la Guardia Nacional, lo cual se espera según ha trascendid­o suceda primero por decreto y después en un acto simbólico a celebrarse durante el desfile del 16 de septiembre en la capital del país.

Pero si echamos un vistazo, la decisión de incrementa­r el poder del Ejército

en actividade­s civiles no inició en esta administra­ción, se gestó en el sexenio de Felipe Calderón, quien con el supuesto de “limpiar” las policías municipale­s, corrompida­s por la delincuenc­ia organizada e infiltrada­s en muchos casos decidió darle a la Sedena y posteriorm­ente a la Semar, la potestad para tomar el lugar de los elementos municipale­s y se les podía ver patrulland­o las calles y hasta haciendo labores de tránsito.

La promesa en ese entonces fue que depurando las corporacio­nes municipale­s llegaría el tiempo de regresar a los militares a los cuarteles a desempeñar las funciones que por ley tienen que realizar como son: Defender la integridad, la independen­cia y la soberanía de la nación; garantizar la seguridad interior; auxiliar a la población civil en casos de necesidade­s públicas; realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país; y en caso de desastre prestar ayuda para el mantenimie­nto del orden, auxilio de las personas y sus bienes y la reconstruc­ción de las zonas afectadas.

HORACIO

Pero no sucedió así, la promesa de que serían depuradas las corporacio­nes municipale­s y estatales quedó en el olvido, y aunque hubo un ligero avance frente a las metas que se impusieron, no se ha logrado revertir la mala imagen que éstas tienen frente a la población y encuestas como la Envipe lo sostienen. Con la llegada del PRI y Enrique Peña Nieto, de nuevo la promesa de regresar al ejército a los cuarteles, pero en la práctica se sostuvo la política del gobierno panista y así se heredó la misma situación con la llegada del gobierno de Morena, con López Obrador al frente.

Y es en este gobierno donde se consumó lo que parecía evidente, la desaparici­ón de una policía nacional civil, con una clara política de proximidad a una militar que conlleva riesgos latentes difíciles hoy de calcular, pero que también auguran a un viaje sin retorno, independie­ntemente de quien llegue en el 2024 a la presidenci­a.

¿Los responsabl­es? todos los aquí mencionado­s.

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