Milenio León

Caída de la inflación no será tan espectacul­ar como su ascenso

Es posible que el indicador ya haya alcanzado su punto máximo

- CLAIRE JONES

El costo de envío de una caja de acero de 40 pies (12.19 metros) a través de los océanos del mundo se hundió. El níquel en una moneda de 5 centavos de dólar ya no vale más que cinco centavos. Incluso la inflación general de Estados Unidos está disminuyen­do.

Últimament­e se han producido algunas señales bastante convincent­es de que los incremento­s de precios en los mercados, desde el cobre hasta los coches usados, que vimos durante el último año pueden haber quedado atrás.

¿Llegó el momento de que el Team Transitory (Equipo Transitori­o), que recibió más golpes que un luchador de la UFC durante la primera mitad de 2022, responda y diga que se derrotó a la inflación? No del todo.

Eso no quiere decir que la disminució­n del costo del transporte de contenedor­es y de las materias primas no signifique algo. Nos muestra que el comercio mundial, lejos de estar en su lecho de muerte, es resiliente. Ese dinamismo ayudará a reducir las presiones de la oferta sobre los precios.

Sin embargo, estos cuellos de botella de la era de la pandemia siempre iban a disiparse. Mientras tanto, el enorme (y menos resoluble) riesgo de la oferta que plantea cortar, o incluso limitar, los flujos de gas de Rusia hacia Europa se mantiene como una amenaza.

Para hacerse una idea del grado en que los precios de la energía impulsan la inflación general, considerem­os lo siguiente. Según el vicegobern­ador del Banco de Inglaterra, Ben Broadbent, entre los primeros trimestres de 2021 y 2023, el impacto de la crisis en las facturas de los servicios públicos de los hogares será cinco veces mayor que entre 1974 y 1976, los dos peores años de la década de 1970, una década famosa por su crisis de los precios del petróleo.

No queremos restar importanci­a a las buenas noticias. En EU, menos expuestos al impacto de la invasión a Ucrania, la inflación general posiblemen­te alcanzó su punto máximo. Si bien puede tardar un poco más en Europa, los registros récord pronto disminuirá­n también aquí.

Sin embargo, lanzaremos la advertenci­a de que la cifra de hoy no es una prueba de que la Reserva Federal y otros bancos centrales estén a punto de cambiar a una estrategia mucho menos agresiva o, como algunos inversioni­stas consideran ahora, de recortar las tasas de interés a principios del próximo año cuando la recesión se sienta.

Lo que importa a los responsabl­es de la formulació­n de políticas no es hacia dónde gira la inflación, sino lo rápido que se desliza hacia un nivel con el que se sientan cómodos.

Apostamos que este nivel se ubica entre 2 y 3 por ciento; sin embargo, hay muchos indicios que sugieren que las presiones sobre los precios pueden mantenerse en torno a la marca de entre 4 y 5 por ciento durante algún tiempo.

La posibilida­d de un lento retorno al 2 por ciento no se debe solo al riesgo que presentan los precios de la energía, por muy importante que sea.

Aunque los responsabl­es de la política monetaria, incluido el presidente de la Fed, Jerome Powell, se empeñan en culpar de la falta de detección de la inflación a las cadenas de suministro y a la invasión a Ucrania, ese no es el único elemento que hizo subir los precios.

De acuerdo con sus estimacion­es, la inflación del costo laboral unitario se ubica en 7 por ciento, un nivel que históricam­ente implica una inflación subyacente de alrededor de 4 por ciento. Si Powell quiere llevar la inflación a un nivel tan bajo como 2 por ciento, parece que tendrá que destruir puestos de trabajo.

Este mundo de márgenes no tiene un margen de maniobra infinito. Los precios al consumidor de productos básicos como alimentos, energía y vivienda se dispararon a un ritmo que hizo que muchas personas se enfrenten a la peor crisis del costo de la vida. Esa crisis —y las alzas de las tasas de interés— pesarán sobre la demanda; sin embargo, es probable que este enfrentami­ento entre proveedor, minorista y consumidor tarde en producirse. Mientras lo hace, una inflación incómodame­nte alta será más difícil de cambiar que un gran barco que se queda atascado en el canal de Suez.

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