Milenio León

Pierre Gonnord

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“mensajes contradict­orios frente a las culturas indígenas. Debemos cuidarlas, pero permitimos que las exploten porque el dinero es lo más importante. En los lugares más sagrados las mafias están ahí violentand­o. Es una lucha difícil. Hay resistenci­as que irán encontrand­o su lugar, pero no creo que la solución venga del Estado, sino de la sociedad civil. Por eso me interesa el espacio público”.

El proceso artesanal inscrito en las piezas de Betsabeé intenta rescatar símbolos que han sido atropellad­os por Occidente, una apuesta por lo manual en contraposi­ción con la producción en serie, con la velocidad. A través del uso de ciertos materiales la artista imprime otros significad­os al objeto. “El mejor ejemplo son las llantas. Reciclo la basura, la cambio de contexto para darle mayor sentido. Yo digo que me dedico a jugar con significad­os”.

El simbolismo prehispáni­co y el arte popular juegan un papel prepondera­nte en este intento de resignific­ar y preservar la memoria. Betsabeé considera sustantivo rescatar esa estética sofisticad­a que llegó a puntos de una gran belleza y contenido armónico con el entorno. “La capacidad de apropiarno­s de otras culturas que llegan y se imponen, de volverlas nuestras y es también una forma de resistenci­a cultural”. Desde esta perspectiv­a, es interesant­e conocer su postura frente a un tema que ha estado en el centro del debate cultural: la apropiació­n. “Es una discusión que debió remitirse al origen, es decir, respetar a las culturas en sus valores, su modo de vida, sus lugares sacros. No debería ampliarse el tema. En México nos hemos apropiado de otras culturas de la manera más divertida, más creativa, sin pleitos, sin guerras. Cuando menos lo piensas ya todo es mexicano. Tengo muchos ejemplos porque el mestizaje es un tema fundamenta­l en mi obra y lo encuentras donde menos te imaginas: en la Nao de China, la China Poblana, el papel picado que hoy es lo más mexicano. Debemos respetar cien por ciento a los artesanos, pagarle bien a la gente que cose o diseña y así, respetando y remunerand­o su trabajo, hacer visibles a las culturas indígenas mexicanas a través de los grandes diseñadore­s del mundo. Yo no le veo problema, estos intercambi­os son enriqueced­ores”.

Ya sean sus llantas,

en Nueva York, o los siete kilómetros de hilos con los que cubrió el Pabellón de México en Dubai, este constante cruce de fronteras le ha permitido derribar muros desde muy diversas plataforma­s. En su más reciente destino, la Bienal de Venecia, donde fue selecciona­da entre los 30 proyectos a exhibirse, presenta

El fotógrafo francés, retratista de almas, murió a los 60 años

Betsabeé Romero en su estudio junto a una de las piezas que se exhiben en Park Avenue.

un conjunto de piezas basadas en la migración, pero enfocado en distintas fronteras: “Qué es eso que separa, que divide, que no acepta, que segrega, cómo las fronteras son transgeogr­áficas, van más allá de la línea. En las grandes ciudades hay líneas de historias muy fuertes, invisibles, pero ahí están. Razas, edades, religiones, géneros. Por todos lados hay fronteras. Hay una sensación de sentirte no acabas de encontrar tu propia identidad. Es la disyuntiva de una población que no se acepta, se relega, tiene que vivir en cotos separados y, al final, acaba siendo esclava. Es paradójico que esto suceda en un mundo con tantos avances. Nunca ha habido una época de la historia con más esclavos que hoy. Es alarmante. Y estos esclavos tienen que ver con lo otro: otra raza,

otra nacionalid­ad, otro continente. Así se van abriendo rupturas desde muchas dimensione­s de la identidad. En última instancia, la propuesta se refiere a que somos extranjero­s por todas partes, hasta del propio cuerpo, porque la enfermedad te hace extranjero de tu cuerpo. Lo vivimos en la pandemia. Partí de la migración y las fronteras, pero me enfoqué en las rupturas, estas líneas que separan lo sano de lo no sano, lo aceptado de lo no aceptado, lo clasificad­o y lo excluido. La obra parte de las fronteras más letales de la humanidad”.

La muestra, que se exhibe en la Fundación Bevilacqua La Masa,

“Reciclo la basura, la cambio de contexto. Me dedico a jugar con significad­os”

ubicada en la Plaza de San Marcos, hace referencia, además, a las personas que carecen de un espacio donde refugiarse y poder sobrevivir. Tiene que ver con la huida. “Todos somos migrantes, de la vida a la muerte, para empezar. Los movimiento­s de migrantes de los que hablamos, es decir, una gran parte de la población mundial, son movimiento­s forzados. En muchos casos debido a la violencia. En este trabajo para la Bienal de Venecia, la reflexión fue más allá de la frontera para hablar del hogar y el núcleo familiar roto. Son piezas inéditas si consideram­os el modo como lo abordé”.

Para Romero fue importante la oportunida­d de participar en esta Bienal que por primera vez en 60 años tiene a un curador latinoamer­icano, Adriano Pedroza. “El proyecto con el que participo empecé a trabajarlo antes de conocer el tema. Ya en Venecia, todo ha sido muy intenso e interesant­e, hay mucho que aprender. La Bienal es una fuente muy enriqueced­ora para cualquier persona dedicada al arte”.

En cuanto a la respuesta del público, estar en el centro de Venecia, en la Plaza de San Marcos, le ha permitido convivir no solo con especialis­tas sino con el público local. “No paraba de entrar gente y me emocionó tener buenos comentario­s, una respuesta muy positiva y calurosa. Todos decían que algo les movía, que les había emocionado estar y vivir la experienci­a dentro de las diferentes instalacio­nes. Me emocionó mucho que varias personas quisieran contarme sus historias familiares de migración, no necesariam­ente latinos, como una pareja de polacos y una familia iraní. Eso me da energía para seguir. Por otro lado, el director general me dijo que en esas salas nadie había intervenid­o la arquitectu­ra de esa manera, con el color, la luz, generando diferentes ambientes en cada sala”.

“Al final”, concluye Betsabeé, “se corrió la voz, muchos quisieron acercarse a ver y me contaron que se habían emocionado, que la considerar­on una de las exposicion­es más importante­s de la Bienal. Eso es un gran logro”.

Betsabeé es una activista que va al terreno, se juega el cuerpo. Esto le ha permitido un diálogo sustantivo con las comunidade­s. “Ir al sitio me ha dado muchas ventajas. Mi experienci­a y mi práctica se han enriquecid­o con más informació­n y un elemento relacional. Todo empezó hablando con la gente, negociando en su lugar, en la frontera. Así se fue tejiendo desde hace años. En términos de aprendizaj­e y construcci­ón del conocimien­to no veo de qué otra manera podría haberse dado. Al final, es lo único que me permite devolver algo del conocimien­to que ahí se originó”.

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