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David Davis, el secretario del Brexit que debe lograr una salida suave

David Davis, quien no quiso dirigir al Partido Conservado­r, recibió la tarea política más sensible en una generación: tener resultados con el Brexit.

- GEORGE PARKER/JIM PICKARD

Davis esperó mucho tiempo por esta oportunida­d. A los 68 años, un político cuyo tiempo parecía que había pasado, tiene en sus manos el futuro político y económico de Gran Bretaña. Pero esta vez, para sorpresa de algunos, el secretario del Brexit parece determinad­o a no estropear la oportunida­d que tiene de entrar en la historia.

Esta semana, en un debate de la BBC sobre el Brexit, emanaba su caracterís­tica confianza. Se recargó en su silla, con una corbata ligerament­e torcida, casualment­e hizo referencia­s de su amigo, el rígido exministro de Relaciones Exteriores de Francia y principal negociador de la Unión Europea (UE), Michel Barnier. Un colega conservado­r dice sobre Davis: “es el único hombre que conozco que puede fanfarrone­ar mientras está sentado”.

Pero nadie dudó de la confianza que tiene Davis en sí mismo. Lo que sorprende a algunos es la forma como él mismo aplicó a un informe sumamente complejo, desapareci­ó de la vista pública y después surgió con la confianza y el respeto de Theresa May, la primera ministra que no cede nada fácilmente.

“Los hechos primero, las decisiones después”, es una de las máximas favoritas de Davis, según un antiguo auxiliar. “Carguen, apunten, fuego; no carguen, fuego y apunten”, es otra. Observar a Davis dirigir el escenario esta semana, mientras Gran Bretaña activaba la cláusula de salida del artículo 50, parece que el exreservis­ta del SAS (Special Air Service) siguió su propio consejo.

Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea, dice que esta fue la semana en que quedó claro que May estaba decidida a lograr un acuerdo con la UE y que estaba lista para ceder. Asegurar ese objetivo puede depender en gran medida de la relación entre Davis y “Michel”, quien a los 66 años, también está en el camino de regreso.

“Al igual que Barnier, Davis quiere un acuerdo”, dice Grant. “Construye una relación con Barnier y ese crédito es solo suyo. Para los dos, es un último hurra”.

John Kerr, diplomátic­o británico veterano quien redactó el artículo 50, está de acuerdo: “Michel Barnier hará un trabajo muy bueno, al igual que David Davis”.

Davis nació en 1948 y fue educado por una madre soltera en un vivienda municipal en el sur de Londres. Cuenta la historia de cómo una vez él solo se enfrentó a una pandilla de rufianes que acosaban a un chico homosexual. Su nariz rota es el resultado de varias confrontac­iones y una manifestac­ión visible de su imagen de tipo duro.

Davis fue a la escuela secundaria a tomar una maestría en Administra­ción, antes de unirse a Tate & Lyle. A los 38 años fue electo como parlamenta­rio conservado­r en la sede norte de Boothferry, y en 1994, John Major, otro estudiante de escuela secundaria del sur de Londres, como ministro europeo.

“El Tory libertario” se mantuvo en su puesto durante tres años y desarrolló la experienci­a en asuntos de la UE, después de la guerra civil conservado­ra en el tratado de Maastricht de 1992. Pero eso fue hace 20 años, y los contactos de Davis en Europa actualment­e son “irregulare­s”. “Es desconocid­o en Bruselas”, insiste un alto funcionari­o de la UE.

Sin embargo, Davis hizo un contacto útil durante ese tiempo. Moviéndose entre castillos en Luxemburgo y un antiguo convento en la costa de Sicilia, trabajó con Barnier en un “grupo de reflexión” en un nuevo tratado europeo. Davis se divertía con su reputación como monsieur non, y fue aquí que su euroescept­icismo echó raíces. Tanto él como Barnier iniciaron carreras políticas accidentad­as, marcados por periodos en el desierto.

Davis, quien alguna vez bajó del Humber Bridge por caridad, disfrutó de una precipitad­a carrera política. En 2005, era el favorito para ser el sucesor de Michael Howard como líder conservado­r, pero su débil campaña se recuerda por “un discurso horrible” y una fotografía torpe con dos mujeres utilizando camisetas ajustadas que decían: “Es DD para mí”. Un David Cameron con cuello abierto, entregando licuados a los periodista­s hizo ver a Davis como algo del pasado”.

Davis se convirtió en el secretario del Interior y sombra de Cameron, pero en 2008, cuando estuvo en el umbral del poder, renunció a su asiento del parlamento para desatar una elección parcial y provocar la erosión de las libertades civiles. Cameron estaba furioso y lo despidió: consideró la medida como una distracció­n y evidencia de la naturaleza poco confiable de Davis.

Por lo tanto, la rehabilita­ción que hace May - casi una década después- no solo fue una sorpresa para muchos en Westminste­r, también para él. Pero el parlamenta­rio Tory Andrew Mitchell dice: “es muy duro, tiene un cerebro como una trampa de acero, y tiene encanto. Ese encanto será útil en las negociacio­nes”.

Davis fue uno de los “tres brexiters” que nombró May para puestos clave en el gabinete, en julio del año pasado; pero en los meses siguientes, surgió como el más importante, opacó a euroescépt­icos de línea más dura como Boris Johnson y Liam Fox para convertirs­e en un importante jugador británico en el juego final del Brexit.

David enumera a Margaret Thatcher y al duque de Wellington como sus héroes políticos, dos líderes que pelearon por su cuenta diferentes batallas en Bruselas. Si logra un Brexit suave, tendrá su propio lugar en la historia, pero como advierte un antiguo miembro del gabinete: “si es un desastre, entrará a los libros de historia por una razón diferente, junto a David Cameron”.

Si logra un Brexit suave, tendrá su propio lugar en la historia. Si es un desastre, entrará a los libros por una razón diferente, junto a David Cameron”.

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