LA BUENA INTENCIÓN MULTIMILLONARIA
La filantropía se convirtió en un negocio tan grande que ahora necesita a banqueros con experiencia para su administración.
La poderosa fundación de 12,000 millones de dólares (mdd) Ford Foundation anunció que contrató a Roy Swan, un alto banquero de Morgan Stanley, para que maneje una parte de sus inversiones. Podría pensarse que no hay sorpresa en eso: la filantropía ahora es un “negocio” multimillonario en Estados Unidos (EU), así que las fundaciones necesitan mucha inteligencia financiera.
Pero su contratación tiene un giro: Swan no solo tiene la tarea de producir rendimientos de mercado, sino también rendimientos “sociales”. Más específicamente, la Ford Foundation recientemente destinó 1,000 mdd para inversiones de misión o impacto, o inversiones que se supone tienen el objetivo de promover un cambio social, pero también utilidades a la antigua.
Esto se debe a que los administradores de Ford ya no piensan que la acción benéfica solamente es entregar dinero para causas nobles; también se trata de aprovechar el capitalismo y los mercados de capital para promover el cambio. O como Darren Walker, director de la fundación, quien dijo recientemente en una conferencia del Financial Times: “no solo importa el 5% del dinero que entregas, es más importante lo que haces con el otro 95% es más importante”.
¿Esta es una buena idea? Es un concepto fascinante para evaluar durante la temporada de dar regalos, sobre todo porque muchas familias estadounidenses ricas se apresuran para hacer donaciones filantrópicas libres de impuestos antes de que pegue la reforma fiscal.
Hasta hace poco, la mayoría de las religiones suponían que hacer el bien era diferente a ganar dinero. Tanto que los activistas sociales solían desconfiar del capitalismo y de los banqueros. Y ya que las leyes fiscales requieren que la mayoría de los fondos de beneficencia de EU den al menos 5% de sus activos cada año, la prioridad para los directores de inversión ha sido entregar rendimientos por encima de esa cifra, casi a cualquier costo.
Pero tras bambalinas, las actitudes comienzan a cambiar. El lote de 1,000 mdd es el más grande en su tipo. Pero otras entidades como la Fundación Rockefeller y la Fundación Bill & Melinda Gates también experimentan con eso. Así que muchas oficinas familiares, y los financieros del sector privado se esfuerzan por atrapar la ola. A principios de este año, UBS, para citar un ejemplo, declaró que “comprometía al menos 5,000 mdd” del dinero de sus clientes a inversiones de impacto durante los próximos cinco años. De hecho, la Global Impact Investment Network ( GIIN), una organización sin fines de lucro, estima que la inversión de impacto ya es un sector de 114,000 mdd, con 40% de los fondos que tienen su origen en EU y 58% del mundo de gestión de activos con fines de lucro. JPMorgan estima que esto puede llegar a ser de un millón de millón de dólares para 2020.
Algunos cínicos o Grinchs— podrían descartar esto como una forma astuta de mercadotecnia por parte de los financieros, ávidos por mitigar la culpabilidad de la riqueza.
En la actualidad es frustrantemente difícil evaluar cómo se desempeñó en realidad la inversión de impacto. La investigación de GIIN y consultoras como McKinsey sugieren que los inversionistas creen que logran rendimientos anuales de entre 5 y 15%. Pero esto puede distorsionarse porque algunos inversores de impacto fijan la mira de forma deliberada a rendimientos del submercado para maximizar el bien social. Y la frase “inversión de misión”, abarca un amplio espectro.
Para algunas fundaciones, el concepto significa evitar los valores que promueven daños (como las armas de fuego o el tabaco) o comprar aquellos que pueden proporcionar beneficios sociales o ambientales (como atención de salud o energía verde). Otros quieren rendimientos sociales cuantificables.
Uno de los primeros proyectos de Ford, por ejemplo, será invertir en viviendas asequibles en Detroit y Newark; la idea ( o esperanza) es que esto proporcione rendimientos medibles y estadísticas sobre la formación del hogar. Esto es indudablemente admirable; que esto funcione, o se replique a gran escala, todavía está por verse.
La buena noticia es que muchos inversionistas de impacto están conscientes de este defecto y presionan para obtener mejores definiciones y sistemas de informes. La mejor noticia es que esta tendencia parece reflejar e intensificar un cambio en las actitudes de los consumidores. Por ejemplo, en una encuesta de US Trust se muestra que las tres cuartas partes de los millennials le dan una gran prioridad a los objetivos sociales cuando invierten; eso es un marcado contraste con lo que hacen los baby boomers, donde la proporción era solo de un tercio.
Tal vez esto cambie cuando los niños crezcan. Si no es así, esto cambiará el tenor de la industria de inversión más que cualquier cosa que Ford u otras fundaciones puedan hacer. Después de todo, se proyecta que el grupo de los millennials estadounidenses van a heredar alrededor de 12,000 mdd de activos en la próxima década o dos. De cualquier forma, esto hace que el juego filantrópico sea mucho más interesante e impredecible que nunca. Piense en eso si mete una moneda en una alcancía de una organización benéfica durante las vacaciones.
“Muchas familias estadounidenses ricas se apresuran para hacer donaciones filantrópicas libres de impuestos”.