MÁS ALLÁ DE LA ELECCIÓN, MÉXICO SIGUE SU CAMINO
Los mexicanos debemos darle un voto de confianza a quien resulte ganador.
Cuando usted esté leyendo este artículo, ya sabremos quién ganó la elección presidencial y encabezará el gobierno los próximos seis años. Estoy escribiendo el viernes 29 de junio, sin saber quién ganó, y quisiera compartir algunas reflexiones con el lector sobre lo que espero del ganador.
En primer lugar, lo que pienso hacer es dar un voto de confianza a quien llegue, en lugar de descalificarlo. Por supuesto, esto no significa un cheque en blanco es, simplemente, tener una buena actitud, esperando que las decisiones que se tomen hagan sentido para México y nos lleven a resolver los problemas de fondo que todos conocemos.
Podemos tener prioridades distintas; en mi caso, lo que más me gustaría ver es cómo se piensa resolver el problema de la inseguridad que está íntimamente ligado con la corrupción y la impunidad.
Quisiera escuchar no buenas intenciones, sino medidas concretas para empezar a resolver este tema tan importante para los mexicanos y, paralelamente propuestas para endurecer las leyes y realmente castigar todos los delitos. Por supuesto, no espero soluciones mágicas, ni resultados inmediatos, pero sí creo que se deben establecer metas a cumplir y mecanismos para medir si se están alcanzando los resultados deseados.
Los mecanismos de medición deberían de estar a cargo de algún organismo autónomo que exista o se cree para tal efecto, con objeto de que los ciudadanos tengamos transparencia en la información que se rinda. Para que todo lo anterior funcione, se requiere de una fiscalía independiente y autónoma, que hoy no existe.
El segundo tema, que seguiré puntualmente, es que las finanzas públicas se enfoquen en mantener la estabilidad económica. Esto quiere decir que contemos con un presupuesto equilibrado en donde los egresos no superen a los ingresos, que el gobierno logre tener un superávit primario que le permita seguir disminuyendo los niveles de deuda pública y que se racionalice el gasto social que hoy se ejerce, para que llegue donde realmente se requiere, pero que existan mecanismos de medición para poder certificar su eficacia y no tirar dinero en proyectos que no cumplen cabalmente con sus objetivos.
De la mano de lo anterior, que no se tomen decisiones de política económica que ya fracasaron en el pasado, que la inversión pública, se concentre en la creación de infraestructura y que no se involucre el gobierno en áreas que pueden ser perfectamente atendidas por el sector privado. Que la disciplina fiscal se extienda a los estados y que a estos se les impongan límites de endeudamiento si quieren seguir teniendo participaciones federales. Que los Estados les incrementen la recaudación local. La disciplina fiscal debe ser generalizada y la austeridad debe alcanzar los tres niveles de gobierno y los poderes.
Sin pretender acabar con el tema, aceptó que el sistema educativo puede enriquecerse lo que no significa tirar a la basura la Reforma Educativa y quien gobierne deberá mantener viva la Reforma Energética y no regresar a los conceptos retrógrados del pasado, que cancelaron el progreso de la industria petrolera mexicana.