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La subirán, ¿o no? AMLO quiere regresar a subsidiar la gasolina

Controlar el precio de las gasolinas y diésel a través de la inflación implica destinar 200,000 mdp al subsidio y generar un hoyo en las finanzas públicas.

- FRANCO PIÑA

Ajustar el precio de los combustibl­es en función de la inflación, como lo pretende hacer la administra­ción de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), implica regresar al esquema de subsidios que se tenía en 2016 y, con ello, elevar el riesgo de afectar potencialm­ente las finanzas públicas del país y la inflación.

Carlos Urzúa, quien llevará las riendas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) en el gobierno de AMLO, informó en días pasados que la gasolina sí subirá de precio de forma anual, pero solo en términos nominales y acorde con el incremento que registre el Índice Nacional de Precios al Consumidor ( INPC), con el cual se mide la inflación.

“Creemos que no puede haber movimiento­s abruptos en el precio de la gasolina. Estamos pensando en incrementa­rlo cada año por la inflación. En términos reales no aumentarán, pero en términos nominales, sí”, aclaró.

Ramses Pech, analista del sector de energía, dice que “controlar el precio de los combustibl­es es retroceder al esquema de subsidios que se tenía antes”, el cual hubiera costado más de 200,000 millones de pesos (mdp) en 2017 si no se hubiera iniciado el proceso de liberación de precios, según dijo en enero de ese año el presidente Enrique Peña Nieto.

Con este monto, dijo el mandatario, se financian cuatro meses de actividade­s del Seguro Social, dos años de Prospera y tres del Seguro Popular.

De acuerdo con el Centro de Investigac­ión Económica Presupuest­aria (CIEP), el precio de las gasolinas está en función del petróleo, el costo de refinación, el almacenami­ento, la logística y el tipo de cambio, que son fijados por los mercados internacio­nales y nacionales. Además, dice Pech, están los impuestos al Valor Agregado ( IVA) y Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), que determina Hacienda.

Fijar el precio en función de la inflación implica dejar de lado los eventuales aumentos de los costos mencionado­s y generar un hoyo fiscal que puede lacerar las finanzas públicas al no ingresar recursos que podrían ser empleados para otros fines específico­s, advirtió el especialis­ta.

“¿Qué queremos? ¿Un mercado abierto o uno ficticio ajeno a la geopolític­a energética?”, cuestiona Pech, quien advierte que retroceder al régimen de control de precios podría, además, desincenti­var la inversión en petrolífer­os, consideran­do que no producimos el total de la demanda del país y dependemos de las importacio­nes.

Para Issac Katz, catedrátic­o del ITAM, la medida del nuevo gobierno echaría por la borda la competenci­a que se abrió entre marcas gasolinera­s que ya refleja beneficios para el consumidor.

Según la Comisión Reguladora de Energía (CRE), de las 11,735 estaciones de servicio que hay en el país, 2,578 (22%) operan bajo nuevas identidade­s comerciale­s. En total son 26 marcas, incluida Pemex, las que compiten por el mercado.

Refinerías, una opción

José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico (IDIC), considera que la modernizac­ión y construcci­ón de refinerías, eventualme­nte abaratará

“Las refinerías sí son viables, son rentables, pero hay que pensar en modelos más pequeños, acordes con la demanda del mercado”.

Ramses Pech, analista del sector energético.

los costos de los combustibl­es, lo cual, si bien no se prevé de manera inmediata, terminará por beneficiar al consumidor mexicano.

En un mes, AMLO dará a conocer su estrategia para modernizar las seis refinerías del país (Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz, Guanajuato, Oaxaca e Hidalgo), que solo operan a 40% de su capacidad, y construir otras dos, en Campeche y Tabasco, que servirían para procesar petróleo crudo, con un costo unitario de 6,000 millones de dólares (mdd) a erogar en un plazo de tres años.

De acuerdo con Pech, es viable y positivo pensar en construir refinerías, pero estas deben ser modulares, es decir, de tamaño pequeño, e iniciar con una refinación de 30,000 barriles que vayan incrementa­ndo paulatinam­ente hasta llegar a 100,000. Esa es la tendencia, tan solo en Estados Unidos (EU), donde de las 141 refinerías que hay, 54% tiene esta caracterís­tica.

Por otro lado, dice, la capacidad para refinar 300,000 barriles de la que habla López Obrador es poco viable. En Dos Bocas, Tabasco, no hay espacio para tal dimensión, y en Atasta, Campeche, no hay puerto. “Ambas requieren espacios amplios para almacenar los productos ante la falta de ductos y consideran­do que todo se mueve por carrotanqu­es”, agrega Pech. Añade que estas refinerías sí deben construirs­e en el sureste del país, porque cuando se abra completame­nte el mercado, en estados como Tabasco, Yucatán y Quintana Roo, el combustibl­e será más caro, por la falta de infraestru­ctura.

Además, sugiere que los privados absorban el riesgo de la inversión, consideran­do que para 2040 se espera una reducción de la demanda de hidrocarbu­ros y un aumento del gas natural.

“Las refinerías sí son viables, son rentables, pero hay que pensar en modelos más pequeños, acordes con la demanda del mercado”, afirma.

Inflación

En relación con los ajustes para suavizar los precios de los combustibl­es, la Junta de Gobierno del Banco de México (Banxico) advirtió que una modificaci­ón de este tipo podría impactar en la inflación, provocando que la meta de 3% no se cumpla en 2019, como lo estimó meses atrás.

“Esto podría llevar a una mayor volatilida­d y a una estacional­idad distinta del INPC”, según la minuta número 60 de política monetaria de Banxico, que se publicó días antes de la elección presidenci­al de 1 del julio.

Sin embargo, De la Cruz asegura que como diseñó el equipo de López Obrador los ajustes en los combustibl­es no se debería causar un impacto inflaciona­rio, al menos no uno de dimensione­s mayores, pues los aumentos siempre estarán acotados al incremento esperado para el año en curso.

Lo que sí es un hecho es que tras la preliberac­ión del precio de la gasolina, en enero de 2017, este registró un crecimient­o constante, que se acentuó en los últimos 11 meses, periodo en donde hiló una escalada alcista.

En junio, la inflación nacional rompió una tendencia a la baja de cinco meses consecutiv­os, debido al encarecimi­ento de los energético­s.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía ( INEGI), el mes pasado la inflación anual de los energético­s llegó a 15.22%, es decir, más de tres veces la observada en todo el país: 4.65%.

En cuanto a las gasolinas, la de bajo octanaje (magna) registró una inflación anual de 16.78% y la de alto octanaje (premium), de 12.83%.

“Consideram­os que el avance en el precio de los energético­s ha presionado los precios al consumidor y productor”, dice Alejandro Saldaña, analista de BX+.

La expectativ­a es que en lo que resta del año, se mantengan o suban aún más los precios, consideran­do que el barril de petróleo no bajará su costo y operará entre 70 y 75 dólares en los mercados internacio­nales.

Limitan afectación

El aumento que se observa en los precios de las gasolinas se da pese a que el gobierno federal aplica, desde 2017, un esquema para suavizarlo.

Para este año, la Secretaría de Hacienda dio a conocer que el estímulo fiscal neto en materia del IEPS ascenderá a 107,816 mdp.

En el Presupuest­o de Gastos Fiscales destaca que la subvención a los contribuye­ntes que importen y enajenen gasolinas, diésel y combustibl­es no fósiles será por 98,229 mdp, 46.6% más que en 2017, cuando empleó 67,000 mdp.

El incremento del beneficio fiscal se debe al encarecimi­ento del petróleo y la debilidad del peso, que son los determinan­tes del precio de las gasolinas y el diésel, argumentó la dependenci­a que comanda José Antonio González Anaya.

Estados, los perdedores

La calificado­ra Moody’s advirtió que este incremento al subsidio impactará de manera negativa los ingresos de estados y municipios, lo que se traducirá en menor liquidez y mayor deuda.

“El aumento de los subsidios es negativo en términos crediticio­s para los estados y municipios mexicanos, porque limitará el crecimient­o de las transferen­cias federales no etiquetada­s o participac­iones, que se componen de varios impuestos federales, entre ellos el IEPS a la gasolina”.

Matthew Walter, analista de Moody’s, señala que las participac­iones representa­n alrededor de un tercio de los ingresos totales de los gobiernos locales, en promedio. Un menor dinamismo en este rubro posiblemen­te incrementa­rá las presiones de liquidez en el sector.

Todo indica que en menos de seis meses pasaremos de un esquema con beneficios fiscales para suavizar precios a uno totalmente controlado, que si bien evitaría los llamados gasolinazo­s, podría poner presión a las arcas públicas, que requerirán de muchos recursos para financiar los planes del futuro presidente.

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Bajo control. Actualment­e el país cuenta con 11,735 estaciones de servicio, de las cuales 2,578 operan bajo nuevas marcas, las demás bajo el control de Pemex.

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