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CORTEJAR AL DRAGÓN

El gobierno de México quiere diversific­ar la economía nacional al estrechar relaciones comerciale­s con China.

- GUSTAVO STO

Una de las promesas de campaña del presidente Andrés Manuel López Obrador fue la de avanzar hacia una mayor diversific­ación de la economía mexicana. En la práctica, eso implica reducir la dependenci­a comercial y de inversione­s con Estados Unidos (EU).

Pero, ¿cómo sustituir, al menos en parte, al vecino del norte? Una de las opciones viene de Medio Oriente: el nuevo gobierno pretende entablar una relación más estrecha con China, la segunda economía más grande del mundo con una participac­ión de 14.8%.

México podría mirarse en el espejo de Sudamérica K para identifica­r oportunida­des y amenazas. Tras el vertiginos­o incremento del intercambi­o comercial en los últimos 15 años, China se convirtió en el principal socio comercial de Chile, Perú y Uruguay, y en el segundo de Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Si se toman solo las exportacio­nes, el peso del mercado chino para los países del sur de América es aún más relevante. Un ejemplo de ello es Brasil, la principal economía de la región.

En 2018, el país exportó a China 64,205 millones de dólares ( mdd), casi 26.8% del total de sus ventas externas. Ante esas cifras, las exportacio­nes de México al mercado chino se empequeñec­en. Entre enero y octubre del año pasado, los envíos sumaron 6,148 mdd, apenas 1.6% del total de sus ventas.

Otra de las diferencia­s entre México y los países sudamerica­nos a la hora de acercarse a China, es el momento de atraer inversione­s. Entre 2003 y 2017, China invirtió en América Latina 110,000 mdd; más de la mitad de esos desembolso­s ocurrió en los últimos cinco años, según datos del National Bureau of Statistics of China ( NBSC).

En contrapart­e, el flujo de la Inversión Extranjera Directa (IED) provenient­e de China a México sumó 871.3 mdd en 2018, es decir, solo 0.6% de la inversión que entra al país, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía.

Las cifras indican que México corre muy por detrás de los países sudamerica­nos en la carrera por relacionar­se con China, y eso incluye el aspecto diplomátic­o.

“En la última década, la relación entre Sudamérica y China ha sido muy intensa, no solo en términos de comercio e inversión, sino también en materia institucio­nal, debido a la estrecha relación que tienen los gobiernos de Brasil, Venezuela y Argentina con el gobierno chino”, dice Enrique Dussel Peters, titular de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM.

El catedrátic­o agrega que “si bien la relación de China con México formalment­e nunca fue mala, no se distinguió por ser intensa en el ámbito institucio­nal y estuvo repleta de malos entendidos”.

Vientos de cambio

La novedad es que las intencione­s del gobierno mexicano de acercarse a China coinciden con señales de alejamient­o exhibidas por algunos países sudamerica­nos.

En Brasil, el ultraderec­hista Jair Bolsonaro dejó en claro que uno de sus principale­s objetivos en política exterior será acercarse a la administra­ción de Donald Trump, lo que en forma implícita marca una mayor distancia de China.

A eso se suma la debilidad creciente del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, uno de los principale­s socios comerciale­s de China en la región. Esas señales dejan un espacio vacante que podría cubrir México.

Pero, antes de eso, ¿qué lecciones podría tomar México de la experienci­a sudamerica­na?

“China ha tenido un efecto negativo sobre la diversific­ación económica en América del Sur, ya que países como Brasil dependen cada vez más de la exportació­n de productos primarios a ese mercado”, dice Margaret Myers, directora del Programa Asia & Latin America de Inter-American Dialogue, en Washington.

Myers agrega que “la inversión extranjera directa china puede ser útil para mejorar los sectores de transporte y logística, pero el progreso real en estas áreas requiere una planificac­ión cuidadosa por parte de los gobiernos anfitrione­s”.

Los productos primarios y las manufactur­as basadas en recursos naturales representa­n más de tres cuartas partes de las exportacio­nes sudamerica­nas al mercado chino. Brasil, Argentina, Perú y Venezuela son los países que más exportan.En contrapart­e, las exportacio­nes de nivel tecnológic­o de estos países a China no llegan a 3%. Y lo que importan del país asiático no supera 60%.

“Ese perfil de intercambi­o comercial determina también el foco de las inversione­s chinas, que están orientadas en forma mayoritari­a a infraestru­ctura”, dice Jorge Castro, presidente del Instituto de Planeamien­to Estratégic­o en Buenos Aires.

Las barreras existen

Otro ejemplo del intercambi­o entre China y Sudamérica es Chile. Además de cobre, ese país exporta a su socio asiático desde salmón hasta vino embotellad­o, así como celulosa, muebles de madera, arándanos congelados y productos químicos.

“Exportar todos esos productos implicó un gran esfuerzo conjunto entre el sector público y exportador­es chilenos”, dice Dussel. “China ha reconocido el esfuerzo de Chile, y ese proceso es un ejemplo que puede servir para México”.

Replicar el camino de Chile requerirá superar varias barreras. “Las empresas mexicanas no saben qué exportar a China, sino no tienen conocimien­to de las normas sanitarias, ni de las zonas donde se quiere vender”, añade Dussel.

Por ejemplo, Beijing, el Tíbet y otras regiones conforman mercados que tienen reglas, demandas, etnias, consumos y gustos muy diferentes, por lo que se requiere de una preparació­n institucio­nal de organismos y del sector público que aún no existe.

“Hoy tenemos dificultad­es para exportar hasta tequila y tortillas, así que hay que olvidarse de venderle a China productos más sofisticad­os, al menos por ahora”, dice Dussel.

Ante esos obstáculos, si bien la relación comercial de México con China ha crecido en los últimos años, lo hizo de la mano de mayores importacio­nes, que se multiplica­ron por cinco desde 2004.

Números rojos

La balanza comercial de nuestro país con China presenta un rojo cada vez más intenso. En los primeros 10 meses de 2018, el déficit alcanzó, 63,214 mdd.

“La diversific­ación ya comenzó; de hecho, la balanza comercial con China es cada vez más negativa para México, porque en los últimos años el país ha sustituido parte de las importacio­nes que realizaba a EU, la Unión Europea y Japón”, dice Dussel.

Mientras en 1999 las compras a China representa­ban apenas 1.3%, en los diez primeros meses de 2018 fueron de 17.8%.

En el mismo período, las importacio­nes provenient­es del país estadounid­ense pasaron de 74.1% a 46.3%.

El resultado de ese perfil de intercambi­o es una relación de 11 a 1 entre importacio­nes y exportacio­nes a China.

No obstante, surgen oportunida­des que prometen jugar a favor para incrementa­r las ventas y reducir el rojo comercial.

Si bien el crecimient­o de la economía china sigue mostrando una modesta desacelera­ción — entre 2016 y 2018, la expansión anual del PIB bajó de 6.9% a 6.7%, y se espera que para 2019 crezca 6.3%—, esto refleja, en parte, un cambio en los motores de crecimient­o de la inversión al consumo.

El año pasado, el gobierno del presidente Xi Jinping lanzó medidas como la disminució­n de los aranceles; la expansión del rango de productos y servicios importados, y la introducci­ón de incentivos para el comercio electrónic­o transfront­erizo.

Con esas medidas, entre enero y noviembre de 2018, las ventas minoristas crecieron 9.1%, y el consumo contribuyó con 78% del crecimient­o económico.

Ese ritmo promete continuar en 2019. A partir del 1 de enero entraron en vigor deduccione­s especiales del impuesto a la renta personal, con el fin de reducir la presión tributaria.

Cerca de 30% de las exportacio­nes mexicanas a China correspond­e al rubro de minerales de cobre y sus concentrad­os.

El resto de las exportacio­nes proviene de las ventas de autos, aceites crudos de petróleo, cajas de velocidade­s automática­s y cerveza de malta, entre otros productos.

Sin embargo, la variedad de productos que se exportan a China sigue siendo reducida. Esa es la principal causa por la que Chile, aun siendo una economía más pequeña, exporta cuatro veces más que México al mercado chino.

“Las oportunida­des son grandes, pero para aprovechar­las se requiere de logística, campañas, organizaci­ón, conocimien­to y recursos, elementos que México no tiene en la actualidad”, dice Dussel Peters.

“Si la administra­ción de Andrés Manuel López Obrador le da mayor prioridad a China, en los próximos seis años podría extender y profundiza­r mucho esa relación”, concluye el catedrátic­o de la UNAM.

“Hoy tenemos dificultad­es para exportar hasta tequila y tortillas, así que por ahora hay que olvidarse de vender a china productos más sofisticad­os”.

Enrique Dussel Peters, catedrátic­o de la UNAM.

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Acercamien­to. Antes de iniciar su sexenio, Andrés Manuel López Obrador se reunió con Qiu Xaoqi, el embajador chino en México, para impulsar el comercio bilateral.
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