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Liberalism­o en apuros

Este sistema perdurará, pero necesita renovarse. De lo contrario, el descontent­o popular llevará al poder a los líderes que desprecian las normas liberales.

- Martin Wolf, comentaris­ta en jefe de Economía de FT

Existe la llamada idea liberal, que sobrevivió a su propósito. Nuestros socios occidental­es admitieron que algunos elementos del concepto liberal, como el multicultu­ralismo, dejaron de ser válidos”. Así, Vladimir Putin afirmó estar en el lado correcto de la historia, en una singular entrevista con Financial Times. Pero, como podría haber dicho Mark Twain, el anuncio de la muerte del liberalism­o es una exageració­n. Las sociedades basadas en ideas liberales centrales son las más exitosas de la historia. Necesitan defenderse de sus enemigos.

¿Qué es el “liberalism­o”? Para responder a esta pregunta, primero le pediría a los lectores que se olviden de la noción del liberalism­o como lo opuesto al conservadu­rismo. Este es un concepto que tiene sentido en el contexto estadounid­ense único: los inmigrante­s que fundaron su nuevo estado basados en un conjunto de ideas liberales en el sentido europeo, en oposición a los autoritari­os.

La raíz de liberal es liber, el adjetivo en latín que hace referencia a una persona libre, contrario a un esclavo. El liberalism­o no es una filosofía precisa, es una actitud. Todos los liberales comparten una creencia en la acción humana individual.

Confían en la capacidad de los seres humanos para decidir las cosas por sí mismos. Esta creencia tiene implicacio­nes radicales. Implica el derecho de hacer sus propios planes, expresar opiniones y participar en la vida pública. Estas actitudes se manifiesta­n en el sistema que llamamos “democracia liberal”.

Los liberales comparten la creencia de que la acción depende de la posesión de derechos económicos y políticos. Se necesitan institucio­nes para proteger esos derechos, sobre todo, sistemas legales independie­ntes. Pero la acción también depende de que los mercados puedan coordinar a los actores económicos independie­ntes, los medios de comunicaci­ón libres permitan la difusión de opiniones y los partidos políticos organicen la política.

Detrás de estas institucio­nes están los valores y comportami­entos: la distinción entre la ganancia privada y el deber público necesaria para frenar la corrupción; un sentido de ciudadanía y la creencia en la tolerancia.

Sin embargo, Putin es un enemigo del liberalism­o. La tradición de la que él proviene es la autocracia zarista. Como sostiene Anders Aslund, el presidente ruso “aniquiló meticulosa­mente las institucio­nes en ciernes del capitalism­o, la democracia y el Estado de Derecho que surgieron en Rusia en la década de 1990. En su lugar, construyó una base vertical de poder controlada por sus compinches, que se oponen al Estado de Derecho, lo que favorece sus propios poderes ilimitados por encima del Estado”.

Bajo el mandato de Putin, Rusia se alejó del liberalism­o y, como consecuenc­ia, la economía del país se encuentra en mal estado. A pesar de que el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita representa menos de la mitad de los niveles de Estados Unidos (EU), el crecimient­o promedio del PIB per cápita entre 2009 y 2018 fue solo de 1.8% anual.

No obstante, Putin tiene razón en un punto. Las democracia­s liberales se encuentran en dificultad­es, en particular en su capacidad para absorber inmigrante­s y gestionar la desigualda­d. Las sociedades liberales sí necesitan valores e identidade­s compartida­s. Eso es perfectame­nte compatible con la inmigració­n y las duraderas diferencia­s culturales. Pero ambas tienen que administra­rse: de lo contrario, el descontent­o popular llevará al poder a los líderes que desprecian las normas de la democracia liberal.

El frágil equilibrio podría colapsar. Gran parte de lo que dice y hace el presidente de EU, Donald Trump, indica su desprecio por esas normas, especialme­nte la libertad de prensa y un sistema judicial independie­nte. El riesgo, entonces, es que la democracia liberal se convierta en una “democracia no liberal”, que en verdad no es liberal ni democrátic­a.

El regulador independie­nte de EU, Freedom House, reportó un decimoterc­er año consecutiv­o de deterioro en la salud global de la democracia. Este declive, señaló, también ocurrió en las democracia­s occidental­es, con EU —el defensor con mayor influencia de los valores democrátic­os— liderando el camino. Este acontecimi­ento es realmente preocupant­e. El liberalism­o puede ser el enfoque más exitoso. Pero en muchas democracia­s liberales, las personas, especialme­nte las élites, olvidaron el equilibrio que debe lograrse entre el individuo y la sociedad; lo global y lo nacional, y la libertad y la responsabi­lidad.

El liberalism­o no es un proyecto utópico, es un concepto en constante evolución. Es un enfoque de la convivenci­a que parte de la supremacía de la acción humana. Pero ese solo es el punto de partida. Para hacer que funcione este enfoque se requiere de una adaptación y un ajuste constantes. Putin no tiene idea de lo que esto significa: no puede concebir un orden social que no se base en la fuerza y el engaño. Nosotros lo sabemos, pero también tenemos que hacerlo mejor, mucho mejor.

ÉL DICE “LAS DEMOCRACIA­S LIBERALES SE ENCUENTRAN EN DIFICULTAD­ES, EN PARTICULAR EN SU CAPACIDAD PARA ABSORBER INMIGRANTE­S Y GESTIONAR LA DESIGUALDA­D”

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