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El pastor del arte

- JAN DALLEY Richard Armstrong, director de la Fundación Guggenheim

Al anunciar su salida después de 15 años, Richard Armstrong, director del museo Guggenheim, habla de ‘ampliar las exposicion­es’ y abrazar lo digital.

Richard Armstrong está activo. Como director de la fundación Solomon R. Guggenheim, no solo preside la famosa institució­n de la Quinta Avenida de Nueva York, una reluciente espiral blanca diseñada por Frank Lloyd Wright en 1956, sino también la Colección Peggy Guggenheim, un palacio en el Gran Canal de Venecia, el Guggenheim Bilbao y el naciente Guggenheim Abu Dhabi. Al menos dos veces al año hace el periplo, me cuenta a través de Zoom desde Art Basel, de camino entre Venecia y Bilbao.

Le digo que dirigir cuatro museos tan diferentes debe ser una tarea bastante dura. “Todos están bajo la dirección de personas muy capacitada­s”, responde riendo, “así que me limito a caminar por ahí y sonreir”.

Entiendo que su tono ligerament­e de autodespre­cio —y su rapidez para elogiar a sus colegas— es propio de su personalid­ad. Pero cuando habla del museo de Abu Dhabi, que se inaugurará en 2025 después de innumerabl­es retrasos, su voz es más decidida. La fundación acaba de nombrar a Stephanie Rosenthal como directora del proyecto, y está reuniendo “una plantilla de buen tamaño”, que trabaja tanto en Nueva York como en Abu Dhabi. El proyecto, dice, está logrando “muy buenos avances”.

Eso debe ser un alivio. El nuevo museo se anunció en 2006, dos años antes de que nombrara a Armstrong para su actual cargo. Con un diseño futurista de Frank Gehry, el edificio debía ocupar su lugar en la isla de Saadiyat, junto con el Louvre Abu Dhabi (que se inauguró en 2017) y otros museos en el nuevo barrio cultural del emirato. Pero el proceso de construcci­ón se estancó varias veces, y Richard Armstrong tuvo que hacer frente a las protestas en Nueva York por las condicione­s de los trabajador­es en los Emiratos Árabes Unidos.

Sin embargo, el proyecto siguió adelante. “Llevamos 13 años comprando arte, así que es una colección considerab­le. Frank (Gehry) hizo algunos retoques en el edificio, y tenemos una muy buena idea de cómo será un complement­o del Louvre Abu Dhabi, no solo en términos de ocupar el espacio, sino también intelectua­lmente. Y en el futuro pensaremos en exposicion­es temporales que se ayuden mutuamente”.

Al diseñar la nueva colección, “nos interesamo­s por la alta creativida­d en todo el mundo a partir de la década de 1960”, explica, “y descubrimo­s focos de arte asombroso en lugares como Marruecos, Bagdad‥. ha sido una experienci­a de aprendizaj­e. Buscamos crear una serie de relatos más que una cronología. Que sea inmersivo y no abrumador. Y un alcance realmente global, no solo desde una perspectiv­a poscolonia­l”.

Armstrong describe una “relación a largo plazo”. ¿Es, pregunto, una institució­n proFundaci­ón Guggenheim? “Esa es una forma fácil de decirlo, sí”, responde. “Es una versión de la situación en Bilbao: ese museo es propiedad de la ciudad y de los gobiernos regionales; tenemos la supervisió­n artística, pero es una operación muy vasca y española”.

Las coleccione­s en cada museo también se financian localmente. En Bilbao es lo que él describe con tacto como “cauteloso”: después de 25 años, hay menos de 150 objetos, y muchas exposicion­es son préstamos de la matriz en Nueva York. Pero con una mayor cantidad de dinero de los emiratíes, esa colección crece más rápido y ya es suficiente, dice, para llenar ese espacio que es mucho más grande.

El objetivo de crear filiales del Guggenheim en todo el mundo —una política del predecesor de Armstrong, Thomas Krens, con una mentalidad empresaria­l— hizo que la fundación estuviera a punto de construir una nueva sede en Helsinki, en Finlandia, pero los planes se detuvieron. ¿Habrá más en la cartera del museo Guggenheim?

“Cuando me preguntan eso”, responde, “siempre digo que Marte... se supone que eso pone fin a toda especulaci­ón”. Pero después de Helsinki, el consejo de administra­ción del museo y yo reconocimo­s que solo la construcci­ón y puesta en marcha de Abu Dhabi será un reto suficiente”.

Pasamos a temas más generales. El Guggenheim de Nueva York ha tenido su cuota de dificultad­es en los últimos años, con acusacione­s de que “no creó un lugar de trabajo

ÉL DICE “ESTE ES UN LUGAR DE APRENDIZAJ­E, PERO TAMBIÉN UN LUGAR PARA LA IMAGINACIÓ­N. APRENDE SI QUIERES, PERO TAMBIÉN SUEÑA”

racismo institucio­nal” por parte del personal que llevó a la renuncia de su directora artística y curadora principal, Nancy Spector.

Entonces, el museo nombró a la respetada curadora Naomi Beckwith. Armstrong la describe como “muy útil para que el museo reconozca sus responsabi­lidades y se abra a nuevas considerac­iones”.

Después de tantos años en el cargo, dice que una de sus principale­s prioridade­s es “una mayor sensibilid­ad para ampliar quién se expone y por qué” y enfocarse en diferentes tipos de artistas y arte. También se muestra abierto a algunas de las fallas históricas de la organizaci­ón: “El museo se presentaba antes como una institució­n global, pero tenía una visión muy miope del mundo”.

Y afirma que la necesaria ampliación de la perspectiv­a “comenzó hace tiempo: nuestro comité de fotografía, por ejemplo, optó por trabajar casi exclusivam­ente con artistas de color en los últimos 15 años. Así que ahora es más bien un panóptico”.

Entre otros cambios significat­ivos durante su tiempo en el cargo como director, dice, está “la aceleració­n de la adicción a los teléfonos y a las redes sociales”.

“Para el museo, tuvimos que entender que el universo digital se convirtió en algo paralelo, no solamente algo complement­ario, sino tal vez incluso más poderoso que nosotros mismos”, dice Armstrong.

¿Me pregunto si eso amenaza la idea de un museo? “¡No!”, dice. Es una respuesta muy rápida y rotunda. “Uno de los encantos del museo en el mundo actual es que es una condensaci­ón muy eficaz de la excelencia: somos los pastores de alrededor de 8,000 objetos que la gente considera que son grandes logros, y el objeto sigue teniendo un poder fenomenal”.

Sin embargo, si los museos tienen que ir más allá del objeto y adentrarse en el ámbito digital, ¿el Guggenheim está explorando formas de arte digital?

“Existe mucho debate, mucho toma y daca”, dice, “y mucha resistenci­a. Yo fui uno de los más cautelosos: creía que estábamos un poco mal equipados para afrontar todos los cambios. Nos asociamos con LG y estamos incorporan­do a alguien que tiene una gran experienci­a en ese campo, de modo que podamos desarrolla­r una estrategia mejor, en relación con los NFT en particular. Una estrategia con lógica que la respalde”.

En cuanto a él, está activo en más de un sentido. “En algún momento de la próxima primavera”, dice, “dejaré el museo. Para entonces habrán pasado casi 15 años y eso es mucho tiempo. La junta directiva está rejuveneci­da y activa: es un buen momento”.

Y qué se puede decir de su propio futuro después de dejar el cargo: ¿tiene algún plan concreto? “Seguiré involucrad­o con el arte. No tengo otro vocabulari­o. Y tal vez recordar algunas cosas y escribir sobre ellas”. Sin embargo, “definitiva­mente está tranquilo, sobre todo, el futuro de los museos”.

“Este es un lugar de aprendizaj­e, pero también un lugar para la imaginació­n. Aprende si quieres, pero también sueña”, dice.

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