Un polizón de humo
Un nuevo reto.
La industria de los cruceros recupera su negocio, pero enfrenta la resistencia de las ciudades portuarias por el impacto ambiental de los barcos.
Cada domingo, antes del amanecer, el crucero más grande del mundo, el Wonder of the Seas de Royal Caribbean, entra en el puerto de Barcelona. Cuando la mayoría de sus casi 7,000 pasajeros desembarcan, los camarotes se limpian para recibir a los recién llegados. Doce horas más tarde, el buque de 236,857 toneladas zarpa de nuevo, con su sirena de niebla resonando en la costa.
“Lo puedes ver desde cualquier punto de la ciudad”, dice Damià Calvet, presidente del Puerto de Barcelona, señalando el barco.
Después de dos años de confinamientos y prohibiciones de viaje por el covid-19, los cruceros entran de nuevo en acción.
En Barcelona, el número de pasajeros de las grandes embarcaciones superó el millón en los primeros siete meses del año. Pero a pesar del entusiasmo de los amantes de los cruceros, los residentes y políticos de las ciudades donde desembarcan no los reciben completamente con los brazos abiertos.
La pandemia dio a las ciudades europeas tiempo para reflexionar sobre cómo podría ser una industria sustentable. El respiro fue agridulce: aunque sintieron el golpe a sus economías, los residentes de ciudades como Barcelona sintieron que habían recuperado su ciudad después de décadas de estar abarrotada de visitantes.
En las ciudades portuarias, los líderes políticos fijaron la mira en los cruceros, que los activistas califican de desastre para el medio ambiente. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, presiona a las autoridades regionales para que restrinjan el número de cruceros permitidos en el puerto, lo que reduciría a la mitad el número de turistas durante la temporada alta de verano, hasta 200,000 al mes.
La presión se produce después de que el gobierno de las Islas Baleares firmara un acuerdo con la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA, por sus siglas en inglés), para limitar a tres diarios el número de buques atracados en el puerto de Palma de Mallorca a partir del próximo año.
Benoît Payan, alcalde de Marsella, se moviliza contra el sector, que, según él, “sofoca” a la ciudad costera por la contaminación atmosférica y marítima.
Marie-Caroline Laurent, directora de CLIA, afirma que los cruceros son a menudo “calumniados”. La industria “se enfrenta constantemente al reto de mejorar”.
El reinicio de las relaciones
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