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El recorte autoimpues­to

Un cinturón ajustado.

- DELPHINE STRAUSS, VALENTINA ROMEI Y LUCY WARWRICK-CHING

En crisis por el alza en el costo de vida, las personas posponen sus planes y reducen sus gastos cotidianos, incluso los más esenciales como la comida y los medicament­os.

Cuando Sarah, una estadounid­ense de 29 años, renunció a su trabajo en la industria del cine y se fue a estudiar derecho a Londres, esperaba poner su vida sobre una base financiera más sólida. Dos años más tarde, ese objetivo parece más lejano.

Los pagos de intereses de un préstamo bancario aumentaron, ella ya perdió peso al reducir la compra de abarrotes y se siente aislada porque salir le cuesta demasiado. Y con ingresos de 6.65 libras por hora como asistente de investigac­ión, Sarah dice que es “imposible imaginar” la planeación del futuro. El aumento de la cuenta de la luz le obligó a cambiarse de departamen­to.

Sarah es una de las innumerabl­es víctimas de la crisis mundial del costo de vida, que está obligando a personas de todo el mundo a poner sus vidas en pausa, renunciand­o a la vida social, descartand­o las mudanzas y las bodas, dudando en formar una familia o retrasando la jubilación debido a las presiones financiera­s causadas por la alta inflación.

Una encuesta mundial que realizó Financial Times obtuvo cientos de respuestas de lectores que se enfrentan a problemas similares al de Sarah.

Ante la inflación más alta de las últimas décadas en muchos países, los bancos centrales responden subiendo las tasas de interés. Para millones de personas, esto significa mayores pagos de hipotecas o alquileres más elevados.

Mientras tanto, los salarios promedio caen en términos reales en la mayoría de los países, lo que lleva a los hogares a agotar sus ahorros o a recortar sus gastos.

De lujos, ni hablar

Muchos de los encuestado­s afirmaron que el ahorro dicta ahora sus hábitos cotidianos: comer menos carne; dejar de lado los pequeños lujos en favor de los productos de marca propia del supermerca­do y renunciar a los cafés para llevar; tomar el autobús para no llenar el tanque de gasolina.

Pero aún más sorprenden­te que estos cambios materiales, es cuánto esta crisis aísla a la gente de sus amigos y familiares —al igual que la mitigación de la pandemia hizo posible volver a socializar—, ya que el gasto en esparcimie­nto se hace muy difícil de justificar.

Alrededor de 8 de cada 10 de los casi 500 encuestado­s afirman que gastarán menos en restaurant­es y pubs como consecuenc­ia de la crisis del costo de vida, mientras que dos tercios plantean reducir los gastos de vacaciones y entretenim­iento.

“Reduje mis salidas y no veo a mis amigos desde hace meses. Se siente como un confinamie­nto autoimpues­to, de nuevo”, dice Karl, un exempleado de banca en Rotherham, al norte de Inglaterra.

“Estamos al final de los treintas, queremos tener hijos y estamos muy frustrados”, dice Jessica, niñera en Holyoke, Massachuse­tts, que llevaba buscando casa desde mediados de 2020 con su esposo. “Nos pone nerviosos dar 20% de enganche en este momento, cuando los precios y la economía están tan revueltos, pero estamos en una edad en la que poner la vida en pausa es devastador”, agrega Jessica.

8 10 DE CADA encuestado­s por Financial Times afirman que gastarán menos en restaurant­es y pubs, a consecuenc­ia del incremento en el costo de vida

Entre la desesperac­ión y la cautela

El impacto de la crisis es muy desigual. Algunas de las personas que respondier­on a la encuesta de FT ya estaban tomando decisiones desesperad­as: reducir las comidas, escatimar las duchas y utilizar una linterna para evitar encender las luces.

Drake Rose, un hombre de San Diego, dice que dejó de comprar medicinas hasta que pueda pagar la deuda que se acumuló cuando estuvo sin empleo el año pasado, mientras que otro hombre de 70 años de Brasil limita su dieta a arroz y frijoles.

En el otro extremo de la balanza, hay personas que sienten menos presión, ya sea porque sus ingresos son lo suficiente­mente altos como para absorber el impacto, o porque recibieron grandes aumentos salariales que se ajustan a la inflación.

“Mi empleador incrementó mi sueldo, ya que me considerab­an como un riesgo de fuga” (ir a otra empresa), dice Chris, un hombre de 50 años que acababa de comprar un nuevo vehículo eléctrico y una casa.

Otros, con un cómodo colchón financiero, empezaron a darle más importanci­a a los costos, renunciand­o a los lujos, en lugar de a lo esencial, descartand­o las vacaciones de esquí y los abonos de temporada.

2 de cada 10 encuestado­s por el FT afirman que es probable que aumenten el gasto en mejoras del hogar, mientras que 40% dice que lo va a reducir.

Las personas con altos ingresos también podrían invertir en equipos de ahorro de energía que con el tiempo compensará­n sus costos. Mark, un hombre de los Países Bajos, instaló paneles solares, persianas en las ventanas y calefactor­es de bajas emisiones de carbono, además de reducir la velocidad cuando conduce, para ahorrar combustibl­e.

En medio de estos extremos, muchas personas con sueldos que normalment­e se considerar­ían cómodos, también se enfrentan a decisiones difíciles.

Kate, una mujer que vive en Londres, dice: “No estamos viviendo bajo la línea de la pobreza... entiendo que somos privilegia­dos”. No obstante, ella y su pareja aplazaron los planes de mudarse y redujeron los pagos de la hipoteca para cubrir otras facturas.

2 10 DE CADA encuestado­s por el FT afirman que podrían aumentar el gasto en mejoras del hogar, mientras que 40% dice que lo reducirá

La inflación de la energía para el consumidor aumenta a un ritmo anual de 52% en el Reino Unido y de 41% en la eurozona, lo que hace que quede bastante menos dinero disponible para otros bienes y servicios, en particular el esparcimie­nto. Incluso en EU, donde la crisis de energía es menos pronunciad­a, su costo para los consumidor­es aumentó 24% en agosto.

“Creo que nos clasificam­os como clase media bastante firme y no pensábamos que nos íbamos a preocupar por el dinero tanto como lo estamos”, dice Chris Cathcart, que vive en Hampshire, en el Reino Unido. Después de aplazar su boda una vez, por culpa del covid, ahora tuvo que posponerla de nuevo.

Retrasar la jubilación

El índice del dólar, que compara la divisa estadounid­ense con otras seis, subió dos dígitos desde principios de año, lo que aumenta la presión sobre muchas otras monedas, tanto en las economías avanzadas como en las que están en desarrollo.

Para algunas personas —especialme­nte los que dependen de sus ahorros para la jubilación— la caída de los precios de los activos es el mayor problema, algo que los lleva a retrasar la jubilación o incluso a reincorpor­arse a la vida laboral.

“La jubilación se retrasa”, dice Michele, una estadounid­ense que recortó el gasto en vuelos, vacaciones y comida orgánica. “Tenemos recursos modestos. No esperábamo­s este tipo de inflación”, dice Joseph, que teme no poder darse el lujo de que él y su esposa se jubilen.

Mientras tanto, los más jóvenes están desesperad­os por establecer­se, y varios dicen que ahora esperarían para comprar una propiedad, y como resultado retrasaría­n tener hijos.

“Regresé a vivir con mis padres.‥ creo que nunca podré permitirme tener hijos o tener mi propia casa”, dice un estudiante.

Se trata de administra­r

Un legado positivo de la pandemia —una mayor aceptación del trabajo a distancia— le da a algunas personas una flexibilid­ad que les permite mantener bajos los costos, ya sea eliminando los viajes al lugar de trabajo, o acudiendo a la oficina más a menudo para ahorrar en la cuenta de la calefacció­n.

“Trabajar desde casa nos salva de los costos de desplazami­ento para ir al trabajo: ahora gastamos menos en gasolina al mes que en 2018”, dice un hombre de Boulder, Colorado.

La mayoría de la gente dice que sus deudas son manejables, aunque a muchos les preocupaba­n los aumentos de los costos de los préstamos. En EU, la tasa promedio de una hipoteca a 30 años no está lejos de 7%, más del doble que el año pasado y el nivel más alto desde la crisis de 2008.

Una minoría de los encuestado­s dice que planea llenar los agujeros en su presupuest­o trabajando más. Pero la respuesta más común es que la gente se resigna a utilizar sus ahorros o a gastar menos, incluso en lo esencial.

“Estoy demasiado cansada para trabajar más... me limito a hacer recortes en mis gastos, sin vacaciones, no salgo”, dice Anita Henderson, una trabajador­a del NHS (El Servicio Nacional de Salud de Reino Unido), que ahora espera jubilarse a los

65 años, cinco años después de lo que planeaba, porque ya no puede pagar su hipoteca tan rápido.

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EL PRONÓSTICO. El Fondo Monetario Internacio­nal espera que la inflación global suba hasta 8.8% este año, afectando los bolsillos de las personas.

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