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Un mago disruptor

- ROULA KHALAF Elon Musk, CEO de Tesla

El empresario habla sobre mudarse a Marte, salvar la libertad de expresión en Twitter y por qué el envejecimi­ento es un ‘problema’ que no debe solucionar­se.

La cena con Elon Musk comienza con un paseo en un Tesla. Me siento en la parte trasera, junto a X, su hijo de dos años y medio. Son cerca de las 7 de la noche en Austin, y X está de mal humor. Habíamos salido hacia la Fonda San Miguel, el restaurant­e mexicano favorito de Musk, después de una visita con un colega del FT a la Gigafactor­y de Tesla. En este enorme sitio, Musk produce los SUV eléctricos Y, el modelo más reciente de la colección Tesla que lo catapultó a lo más alto de la lista de ricos del mundo (patrimonio neto: 232,000 millones de dólares).

El jefe de seguridad de Musk, el conductor designado, viene al rescate con un biberón de leche que calma a X para que se duerma cuando llegamos al restaurant­e. Durante las dos horas siguientes, me familiariz­o más con el curioso carácter de Elon Musk, el ingeniero y el visionario, el multimillo­nario y el disruptor, el agitador y el alborotado­r. Musk convirtió a Tesla en un negocio de más de 700,000 millones de dólares (mdd) de capitaliza­ción de mercado y obligó a la industria automotriz a acelerar el cambio a los vehículos eléctricos.

En poco más de una década, también transformó la industria espacial comercial y la economía del espacio, adelantánd­ose a sus rivales en la construcci­ón de un cohete reutilizab­le que puede transporta­r pasajeros. La NASA eligió su Starship para llevar astronauta­s a la Luna en los próximos años. Su valor ahora es de alrededor de 125,000 mdd. Un día, o al menos así lo cree Musk, se utilizará para colonizar Marte.

Musk también es un rebelde, un tuitero empedernid­o para sus más de 100 millones de seguidores que se salta las convencion­es, se regodea en los arrebatos, se pelea con los reguladore­s y el personal, y se burla de los competidor­es. De forma regular tiene enfrentami­entos con la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos.

¿Por qué un tipo serio, con ideas serias, se entrega a juegos tontos en Twitter? “¿No les divierte?” Musk ríe estruendos­amente. “Me hago el tonto en Twitter y a menudo me disparo en el pie y me causo todo tipo de problemas... no sé, me parece vagamente terapéutic­o expresarme en Twitter. Es una forma de hacer llegar mensajes al público”.

Es justo decir que Musk está obsesionad­o con Twitter, tanto que se vio envuelto en una épica compra intermiten­te de la plataforma. Twitter demandó a Musk (y él contradema­ndó) después de echarse atrás en el acuerdo de 44,000 mdd que hizo en abril. Hace dos semanas, y justo antes de su declaració­n programada, Musk cambió de opinión. Ahora dice que de nuevo la quiere comprar.

Le pregunté durante la cena si su oferta original había sido una mala broma. “Twitter es sin duda una invitación a aumentar tu nivel de dolor”, dijo. “Supongo que debo ser masoquista...”. Pero no oculta que su interés en la empresa nunca ha sido económico: “No voy por Twitter por el dinero. Pero creo que es importante que la gente tenga un medio de intercambi­o de ideas que sea lo más confiable y transparen­te posible”.

En la Fonda San Miguel, un restaurant­e mexicano repleto de gente que promete una experienci­a culinaria regional, es un cliente habitual. Pide una margarita helada y yo pido una cerveza. Musk mira a su alrededor. “Hay un buen ambiente”, dice con aprobación, y sugiere al mesero que nos sirva alguna de sus especialid­ades. Musk me dice que las empresas son como niños cuando los primeros platos aterrizan en la mesa: las chuletas de cordero en salsa y los camarones con queso y jalapeños. La comida es “épica”, dice Musk.

Elon Musk es caprichoso, pero se considera a sí mismo como alguien que soluciona problemas, y el problema es todo, desde el potencial fin de la vida en la Tierra hasta el cambio climático e incluso el tráfico (su empresa Boring está construyen­do túneles). Una de sus primeras grandes ideas estaba muy adelantada a su tiempo: quería revolucion­ar la banca. Fusionó un negocio de pagos en línea que cofundó con otra compañía y se convirtió en PayPal. Cuando la empresa se vendió a eBay, utilizó el dinero para fundar SpaceX e invertir en Tesla.

El envejecimi­ento me parece la única amenaza para los seres humanos que no intenta resolver, aunque otra compañía que fundó, Neuralink, está diseñando chips que se implantará­n en el cerebro para restaurar las funciones sensoriale­s y motoras.

ÉL DICE “ESTOY SUJETO A UN MILLÓN DE LEYES Y REGLAMENTO­S, Y OBEDEZCO CASI 99.99%. SOLO CUANDO CREO QUE LA LEY VA EN CONTRA DEL INTERÉS DEL PUEBLO TENGO UN PROBLEMA”

La mayor preocupaci­ón de Musk es la preservaci­ón de la vida más allá de la Tierra. Su solución es poblar Marte. “Algo le pasará a la Tierra en algún momento, solo es cuestión de tiempo. Al final, el sol se va a expandir y va a destruir toda la vida en la Tierra, así que en algún momento tendremos que movernos, o al menos ser una especie multiplane­taria”, dice.

¿Se uniría el propio Musk a la colonia pionera en Marte? “Sobre todo si me estoy volviendo viejo, lo haré. ¿Por qué no?”, dice. Pero, ¿qué utilidad tendría para Marte si es demasiado viejo? “Creo que hay una posibilida­d no trivial de morir, así que prefiero aprovechar esa oportunida­d cuando sea un poco mayor, y ver crecer a mis hijos”.

Elon Musk tiene una visión distópica de la influencia de la izquierda en EU, lo que ayuda a explicar su prolongada búsqueda de Twitter para liberar la libertad de expresión.

Musk no tiene reparos en hacer sufrir a sus empleados. De niño sufrió acoso escolar, pero ahora se le acusa a veces de acosar a otros. Él responde: si alguien no está contento trabajando para él, debería trabajar en otro sitio porque “no está encadenado a la compañía, es voluntario”.

¿Cree que está por encima de la ley? Eso es un disparate, me dice: “Estoy sujeto a un millón de leyes y reglamento­s, y obedezco casi 99.99%. Solo cuando creo que la ley va en contra del interés del pueblo tengo un problema”. Me pregunto si se refiere al interés de Elon Musk.

Hay algunos temas que divierten a Elon Musk, que provocan risas prolongada­s, y otras preguntas que se topan con un silencio deliberado antes de hablar. El silencio más largo se produce después de mi pregunta sobre China y el riesgo que corre la fábrica de Tesla en Shanghai, que produce entre 30 y 50% de la producción total de Tesla. Musk ha sido un admirador y un inversor en China. Pero no es inmune a las crecientes tensiones entre EU y China ni al riesgo de que China tome el control de Taiwán.

Elon Musk considera que el conflicto sobre Taiwán es inevitable, pero se apresura a señalar que no será el único en sufrir las consecuenc­ias. Tesla quedará atrapada en cualquier conflicto, dice, aunque asume que la fábrica de Shanghai, podrá seguir abastecien­do a los clientes de China, pero no a ningún otro lugar. “Apple estaría en un problema muy profundo, eso es seguro‥.”, añade.

Llevamos más de una hora de cena y Musk tiene prisa, ya que programó una llamada con su equipo de SpaceX. Nos saltamos el postre y pido la cuenta, solo para descubrir que ya la pagó. Musk hace caso omiso al convenio del Almuerzo con FT: “Estás en deuda conmigo de por vida”, bromea. Volvemos al coche y me doy cuenta de que se conduce solo, como para disipar las dudas sobre las perspectiv­as de la autoconduc­ción de Tesla. “Puede llegar al aeropuerto sin que se tenga que intervenir”, dice. Alarmado, me pongo el cinturón de seguridad. Musk podría ser un mago, pero también podría estar equivocado.

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