El alter ego de The Dude
Gustavo Dudamelhabla sobre el poder de la música para cambiar a la sociedad, de Venezuela y de su traslado a la Filarmónica de Nueva York.
Mientras nos pide dos copas de Chardonnay de Navarra y nos acomodamos en el verde entorno del restaurante Jardín del Alma del Hotel Alma en Barcelona, Gustavo Dudamel dice: “Normalmente no bebo durante el almuerzo, pero hoy estoy relajado”.
Hasta ahora no me había planteado la posibilidad de que Dudamel —el superestrella de 43 años y director musical de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles— y The Dude, como se le conoce ampliamente, podrían ser dos personalidades distintas. Pero Dudamel es conocido por su dinamismo en el podio, por su capacidad, incluso desde que irrumpió en la escena de la música clásica en la década de los 2000, como director de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela, para inspirar a las audiencias a un estado de exaltación con sus interpretaciones de Beethoven, Shostakovich, Mahler y más, entonces tal vez The Dude es este alter ego relajado.
Parece que somos los únicos comensales al aire libre, sentados en el centro de un recinto selvático de frondosos arbustos y árboles. Cuando nuestra conversación gira en torno a la ardua tarea del menú, aparece el maître d’ y nos presenta una serie de platos que suenan tentadores, a los que ambos asentimos.
Dudamel puede estar en modo vacaciones, pero este es un almuerzo de trabajo. Tengo muchas ganas de preguntarle sobre su tan anunciado traslado a la Filarmónica de Nueva York, previsto para 2026, las próximas elecciones en Venezuela y los monstruosos músicos de la imaginación de Hollywood. Pero comenzamos con su inminente gira de Fidelio de Beethoven y la epifanía que lo inspiró.
“Me sorprendió lo caóticas que eran (las partituras) y el contraste entre lo que hay (en el papel) y lo que se escucha”, dice. “Pensé, guau, aquí hay algo que va más allá de un resultado puramente artístico. Hace algo integracional, algo que conecta los mundos auditivo y no auditivo”.
Inicialmente, Dudamel tenía la intención de interpretar la ópera junto al Coro Manos Blancas de Venezuela, un coro de lenguaje de gestos y señas, para conmemorar el cumpleaños 250 del compositor en 2020.
El covid frustró estos planes, pero la idea floreció, se expandió y finalmente se hizo realidad dos años después, en una actuación semiescenificada de la Filarmónica de Los Ángeles, el Coro Manos Blancas y actores de la compañía Deaf West Theatre, una actuación que por primera vez dio la bienvenida activamente al público sordo al Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles. La producción volverá a presentarse en este recinto este mes, antes de que Dudamel la lleve a salas de conciertos de Barcelona, París y Londres.
“Es uno de los proyectos más especiales que he desarrollado”, dice mientras ponen frente a nosotros los platos, cada uno con un par de corazones de alcachofa cubiertos con salsa holandesa y hierbas. “Recuerdo que durante los ensayos, los cantantes comenzaron a expresar la música de manera completamente diferente, siguiendo el fraseo del lenguaje de señas, y estaban llorando... el arte tiene ese poder‥. el arte no solo es entretenimiento. No, tiene un mensaje, uno de integración”.
Cuando era niño, Dudamel se unió a El Sistema, el programa público de educación musical enormemente influyente fundado por el economista y músico venezolano José Antonio Abreu en 1975, y a los 11 años ya sobresalía en el violín y como director de orquesta. En 2004, fue el sorprendente ganador del Concurso de Dirección Gustav Mahler y dos años más tarde fue nombrado director titular de la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo.
Pero fue su aparición al frente de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar (un conjunto de sus compañeros de El Sistema), en los BBC Proms de 2007, lo que lo llevó a los titulares: después de una interpretación sobria de la décima sinfonía de Shostakovich, los músicos regresaron al escenario vistiendo pants con los colores de Venezuela.
Nos quedamos con el tema de Venezuela, un país que ha experimentado una gran conmoción bajo el gobierno de Nicolás Maduro, quien asumió la presidencia tras la muerte de Hugo Chávez en 2013 (Dudamel fue fotografiado varias veces junto a Chávez y dirigió el himno nacional en su funeral), y cuya presidencia se ha caracterizado por la corrupción, la censura y la represión.
Los padres de Dudamel emigraron a Madrid hace un par de años, pero él tiene muchos amigos y familiares en Venezuela. A medida que se acercan las elecciones de julio, la situación allí es “muy candente y tensa”, dice.
En mayo de 2017, después de ser renuente a hablar sobre la política venezolana, Dudamel rompió su silencio con una declaración firmemente redactada que criticaba al gobierno, después de que un joven violista y miembro de El Sistema, de nombre Armando Cañizales, fue asesinado a tiros en Caracas mientras participaba en manifestaciones contra el régimen de Maduro, cada vez más autoritario.
La muerte de Cañizales galvanizó a los músicos del país, quienes realizaron conciertos en su memoria y fueron fotografiados tocando sus instrumentos frente a la policía antidisturbios. Pero también reveló fallas dentro de El Sistema.
Las críticas de Dudamel provocaron que se le prohibiera visitar el país. Pero en 2022 regresó en un viaje muy publicitado, que algunos consideraron como una capitulación, una victoria para Maduro. Le pregunto si le sorprendieron los cambios que vio.
“Mi país tiene una crisis política muy profunda, eso es un hecho. Y esta crisis está afectando a la economía, a la buena salud de la comunidad, sobre todo psicológicamente, porque llegamos a un punto muy antagónico.‥ por supuesto que vi mucho desequilibrio, la gente no tiene acceso a las cosas”, continúa. “Pero vi gente intentando salir de la crisis.‥(y) vi un país vivo”.
Si bien se inclina hacia la diplomacia, habla con vehemencia del poder de la música para impulsar el cambio social.
Las especulaciones sobre un posible traslado comenzaron cuando Deborah Borda, la gran defensora de Dudamel y directora ejecutiva de la Filarmónica de Los Ángeles, se marchó para tomar las riendas de sus rivales de Nueva York en 2017. Desde la pandemia, y bajo la batuta de su discreto director musical, el director holandés Jaap van Zweden, la Filarmónica de Nueva York ha batallado para recuperar prestigio.
Dudamel habla en términos vagos sobre “enriquecer la personalidad de la orquesta” y de sus esperanzas de replicar el éxito de sus programas de extensión social y la Orquesta Juvenil de Los Ángeles (YOLA). Su nombramiento ya empieza a dar frutos: en septiembre, la orquesta anunció que recibió una donación de 40 mdd de su copresidente Oscar L. Tang y su esposa Agnes Hsu-Tang en nombre de Dudamel, la mayor de su historia.
Pasamos a temas menos polémicos a medida que la comida se acerca a su fin. ¿Quién es el director más convincente: Bradley Cooper o Cate Blanchett? “¡Ja ja! Ambos hicieron un trabajo increíble”, dice, rechazando rotundamente el anzuelo. “La gente piensa que dirigir es mover un palo delante de una orquesta. No, es difícil y realmente estaban dirigiendo”.
Es posible que Dudamel comparta algo del estilo teatral de Leonard Bernstein —así como la admiración de Lydia Tár por el gran Claudio Abbado, ya fallecido— pero poco de su enorme ego. “En El Sistema se trata de colaboración”, dice. “Quería divertirme con mis amigos, así que tal vez por eso mi trabajo con orquestas se trata de colaboración, se trata de divertirse‥. no lo veo como un talento, lo veo como la forma en que crecí”.
Dudamel cierra los ojos beatíficamente, como si se transportara al podio, y The Dude comienza a desaparecer de la vista.
“No fue solo el sonido, sino lo que ese sonido produjo en mí, y eso lo comparto con los músicos”.
ÉL DICE “EL ARTE NO SOLO ES ENTRETENIMIENTO. NO, TIENE UN MENSAJE… UNO DE INTEGRACIÓN”
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