El mito de Cemex
Cemex es una de las empresas más emblemáticas de nuestro país. De los pocos baluartes transnacionales que tenemos. En los ojos de muchos mexicanos es un orgullo nacional. Y aunque sin duda emplea gente excelente, su fama de una compañía superestrella me parece injustificada.
Con 110 años de vida, la cementera logró crecer primero a escala nacional a base de adquisiciones para ubicarse como la líder indiscutible en el país. Posteriormente se dispuso a conquistar el mundo. A lo largo de los años fue comprando empresas en distintos países hasta ubicarse como la tercera cementera del planeta.
Cemex merece crédito por su ambición. No cualquiera se avienta el tiro de plantarse a competir en tierras ajenas ante las empresas más poderosas del ramo. Sin embargo, para financiar su expansión global tuvo que endeudarse fuertemente. En principio no tiene nada de malo utilizar deuda para comprar empresas y crecer. El problema es cuando el apalancamiento es muy alto y se paga un precio exagerado, como le sucedió con la cementera australiana Rinker.
La adquisición de Rinker, que esté año cumple una década de haberse cerrado y por la cual pagó más de 14 mil millones de dólares, una buena parte con deuda, fue un desastre. Acabó empujando a Cemex al borde de la quiebra. Al final, sus ambiciones internacionales nunca se materializaron. Tras pérdidas multimillonarias, en los últimos años se ha dedicado a achicarse, en una estrategia denominada “valor antes que volumen”.
Como inversión, Cemex dista mucho de haber sido un home run. Al contrario, su acción vale hoy, en términos de dólares, menos de lo que valía hace 15 años. Como punto de comparación, alguien que hubiera invertido en el índice de la Bolsa Mexicana de Valores habría, en el mismo periodo y en términos de dólares, más que triplicado su dinero.
Cemex siempre ha tenido fama de ser muy agresiva en sus estrategias fiscales y ha aprovechado al máximo su fuerza de mercado en México para subir precios. Recién anunció un incremento de más de 10 por ciento. Por algo el cemento en nuestro país es de los más caros del mundo y sus márgenes de rentabilidad son mucho más altos aquí que en los otros países donde opera.
Errores los comete cualquier empresa a la hora de expandirse. Subir precios hasta donde el mercado lo permita no es ilegal. Tampoco lo es estirar la liga fiscal lo más posible para reducir la carga impositiva. De hecho, podría argumentarse que ambas son estrategias para maximizar el rendimiento para los accionistas. Todo esto no hace de Cemex una mala empresa, pero tampoco una empresa modelo.