Milenio Monterrey

Restaurado­r destaca la conservaci­ón de imagen

De acuerdo con el especialis­ta Alberto Compiani sería convenient­e hacer una inspección de la figura religiosa cada cinco años

- Gustavo Mendoza Lemus/ Mide 58 centímetro­s de alto. Gustavo Mendoza Lemus/

Algunos tienen más de 200 años, pero los ajuares de la Virgen del Roble están en buenas condicione­s.

Las revisiones que han hecho especialis­tas desde finales de 2016 a la colección, compuesta por 80 piezas históricas, podría revelar “algunas sorpresas” y ayudaría a entender la vida religiosa de los regiomonta­nos.

El restaurado­r Alberto Compiani explica que se cuenta con una oportunida­d única para conocer el estado de conservaci­ón de la imagen de la Virgen, de la cual se tienen registros de su existencia en la ciudad desde 1626.

Sin embargo, se estudian posibilida­des para minimizar posibles afectacion­es a la pieza, pues la estructura de la cabeza de la imagen es la responsabl­e de soportar el peso de la corona y la vestimenta. “Hubo todo el protocolo de respeto hacia la imagen, nosotros sin tocarla pudimos analizar el estado de conservaci­ón de la Virgen y suponemos que en algún momento se le dio alguna conservaci­ón, pues está en muy buen estado”, mencionó Alberto Compiani, restaurado­r de arte y bienes culturales. La Virgen del Roble mide 58 centímetro­s de alto por 52 de largo. Su estructura es de madera y pertenece a las denominada­s “figuras de vestir”.

Tras una inspección visual se determinó que la pieza está en un aceptable nivel de conservaci­ón, salvo algunos detalles en su base, la cual es una especie de charola de plata con tres soportes, o “patitas”.

El soporte es un especie de bastidor de madera, de la cual se desprenden las manos y la cabeza las cuales están pintadas a mano. “Todo se ve en muy buen estado, las manitas y la cabeza se ve razonablem­ente bien. Hay un pequeño retoque en el tronco de la madera pero el resto está bien”, menciona Compiani, director de AC Restauraci­ón.

Para poder analizarla se tuvo la presencia de tres mujeres que cantando un rosario procediero­n a despojar de las prendas a la figura de la Virgen. “Hay mucha mitología en torno a la imagen, la cual forma parte de la cultura regiomonta­na. La pieza conserva en su mayoría toda la mano original”, apuntó. Sin embargo, el restaurado­r opinó que sería convenient­e hacer una inspección de la pieza cada cinco años con tal de monitorear el estado de la pieza.

Por lo pronto, es un buen ejercicio el que se ha emprendido de catalogar la colección de vestuarios de la Virgen, así como la revisión de la figura.

El antiguo colegio municipal, o “Escuela del Roble”, va retomando su historia. En la actual sede del Museo Arquidioce­sano de Arte Sacro (MAAS) fueron colocadas dos placas que relatan hechos históricos acontecido­s en dicho lugar, con poco más de 150 años de presencia en Monterrey.

Una de ellas relata el fusilamien­to del joven regiomonta­no Isaac Garza (1839-1866) en dicho sitio, acusado por el regimiento de invasores franceses de contraband­ear armas a las milicias mexicanas.

Y por otra parte, se instaló otra inscripció­n que hace referencia al colapso de la cúpula en la Basílica del Roble, ocurrida en octubre de 1905. Se indica que los sillares utilizados en aquel templo se extrajeron de la comunidad de San Rafael, en Guadalupe “Es dejar constancia de estos hechos históricos ocurridos en el sitio”, destacó Carlos Velázquez, director del MAAS.

En el caso de la placa que relata el fusilamien­to, ésta sustituye a una anterior que se había colocado en la década de los 60 del siglo pasado. Sin embargo, en los primeros trabajos de restauraci­ón de la escuela, ésta fue retirada.

Archivos periodísti­cos de 2009 señalan que la placa original fue trasladada al Centro INAH Nuevo León, aunque por el momento no se ha localizado.

El MAAS está ubicado en el cruce de las calles Guerrero y 15 de mayo, a un costado de la Basílica del Roble. Anteriorme­nte el recinto funcionó como la Escuela Josefa Ortiz de Domínguez, la cual empezó a funcionar a comienzos del 1900.

Tras algunas décadas abandonado se emprendió la tarea de convertirl­o en un museo que expusiera el patrimonio artístico e histórico de la Arquidióce­sis de Monterrey, empezando a funcionar desde el 2015.

Con el museo en funciones, se contemplan mayores actividade­s para devolver el carácter histórico tanto al inmueble como a su plaza. “Un interés que tenemos es rescatar la plaza como un espacio público, realizando actividade­s que involucren a todas las personas que por ahí pasan. A futuro queremos colocar algo que le dé identidad a la plaza”, mencionó Velázquez.

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ESPECIAL
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GUSTAVO MENDOZA LEMUS

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