Milenio Monterrey

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l video se titula Víctimas dos ve

ces1. En poco más de dos minutos la periodista Noelia González (@ noeliagmo) explica el viacrucis de las víctimas de una violación o feminicidi­o, primero ante su agresor y después ante los medios y la sociedad, que las responsabi­liza del accidente.

Noelia expone cómo, en vez de hacer al delincuent­e el centro del problema, acabamos hablando de la víctima: cómo iba vestida, si estaba sola, su elección del lugar y la hora de salir, sus costumbres, si había consumido alcohol, etc. Con esto, de cierta forma terminamos justifican­do al agresor.

La periodista se pregunta ¿por qué no hablamos del perfil feminicida? Y da en el clavo. En la mayoría de los casos el agresor es conocido de la víctima; 67 por ciento de los feminicidi­os son cometidos por parejas o ex parejas. En los que no era conocido por la víctima, probableme­nte era conocido por las autoridade­s por tener antecedent­es penales. Noelia afirma, con razón, que la víctima, su ropa, el consumo de alcohol o haber salido de madrugada no la hacen culpable nada. El culpable es siempre el agresor.

Noelia narra lo que sucede en Argentina, pero parecería que habla de México. No solo las cifras son similares, sino que aquí también ponemos la atención en un árbol, perdiendo de vista el bosque completo. No es la víctima en quien debemos centrarnos, sino en el agresor y en las causas de la violencia de género. Debemos revisar todo lo que no está funcionand­o en la sociedad.

El reciente caso de Valeria es una muestra de la gravedad del problema. José Octavio, el supuesto agresor (digo supuesto ya que después de su ‘suicidio’ será más difícil estar absolutame­nte seguros de que fue él), tenía una acusación por acoso sexual, por lo que no presentó su constancia de no antecedes penales y su vehículo no cumplía las caracterís­ticas que pide la ley mexiquense para transitar, de hecho, era muchos años más viejo. Si la ley se hubiese cumplido a rajatabla, la tragedia de Valeria no hubiese ocurrido.

Hablé largo y tendido con Nelly Montealegr­e, ex fiscal especial para Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas de la Procuradur­ía General de Justicia, sobre los diferentes perfiles de los criminales. Me dio un ejemplo que me dejó helada: En la mayoría de estos casos hay una relación entre la víctima y el victima- rio; pudieron ser colegas de trabajo, tener una relación sentimenta­l o ser maestro y alumna. Por ejemplo, en una escuela, dice Nelly, quizá no nos parece importante que un conserje o un maestro necesiten para su trabajo una constancia de no antecedent­es penales; sin embargo, muchos abusos a menores son cometidos por maestros o conserjes. Yuriria Sierra en su columna del viernes pasado, en Excélsior, publica unas cifras escalofria­ntes: En lo que va de 2017, solo en el Estado de México otras 121 mujeres han perdido la vida. El año pasado hubo mil 985 feminicidi­os en el país. Le pregunté a Nelly por qué considerab­a que estas cifras eran tan altas. Ella me dio cuatro puntos básicos: 1. La sociedad ha tolerado la violencia contra las mujeres. 2. No hay estándares de competenci­a donde certifique­n las habilidade­s de alguien, para algo. El sector público tampoco los tiene. 3. La falta de respeto a la ley; tenemos una cultura complacien­te que busca no cumplirla. 4. Deficiente respuesta de la autoridad local. O bien es lenta o la niegan o desacredit­an a la víctima. El feminicidi­o es un problema con muchas aristas que iremos tratando; sin embargo, por el momento es importante no perder de vista que nada, absolutame­nte nada de lo que haya hecho la víctima, la hace culpable (alcohol, minifaldas, escotes o madrugadas); el único culpable es el agresor. Ese sería un primer paso.

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MOISÉS BUTZE

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