El campeón que salió de los orinales
Los mundiales de natación y atletismo en Budapest y Londres son una seria advertencia para Tokio: los Juegos del 2020 necesitan un puñado de figuras que detengan la caída de las audiencias y el interés en el movimiento olímpico ante el enorme vacío que dejaron Michael Phelps y Usain Bolt. El retiro definitivo del nadador no ha sido tan dramático como el del corredor. Hay cierta confianza en que desde las piscinas estadunidenses, alemanas, británicas y australianas, emerjan las estrellas que buscan los comités. La natación no tiene un panorama tan oscuro como el del atletismo. Aunque la distancia histórica entre Phelps y Bolt podrá explicarse con la dificultad que enfrentará el tiempo para nombrarle un sustituto a cada uno: mientras a Phelps ya le ha crecido una pequeña sombra en la espalda llamada Caeleb Dressel, a Bolt no hay forma de encontrarle un “relevo vivo”, en miles de kilómetros a su alrededor. No ha nacido el ser humano que pueda romper sus marcas. La carrera de los 100 metros planos corrida el sábado confirmó esa demoledora conclusión: el hombre que venció a Bolt en su última prueba individual, ha competido bajo sospecha durante toda su carrera. Justin Gatlin, de 35 años, tibias marcas, y un destacado historial en los orinales de los estadios, es lo mejor que puede ofrecernos la velocidad. Tokio 2020 tendrá que mirar hacia a otro lado durante las pruebas de pista y campo, si pretende cautivar a un buen pedazo de nuevas generaciones de aficionados y patrocinadores que están abandonando el olimpismo tradicional, mudándose a los videojuegos que promueven los e-sports. El COI y sus dos mayúsculas federaciones, la FINA y la IAAF, tienen un grave problema de liquidez: están perdiendo practicantes y seguidores.