Milenio Monterrey

Dia de Muertos

La gran novela de esta fecha en México puede leerse con el sello de la Editorial Era: Bajoelvolc­án, de Malcolm Lowry. Si usted no la ha leído, olvide todo y salga a comprarla o encárguela por internet

- Gil Gamés gil.games@milenio.com Gils’enva

Decíamos ayer: la gran novela del Día de Muertos en México puede leerse con el sello de la Editorial Era: Bajo el volcán, de Malcolm Lowry. Si usted no la ha leído, olvide todo y salga a comprarla o encárguela por internet. Gamés no exagera si les dice a la lectora y al lector que se trata de una obra maestra. La acción de la novela transcurre el Día de Muertos del año de 1938 y cuenta los laberintos de Geoffrey Firmin, un ex cónsul alcohólico en Cuernavaca, Cuauhnáhua­c en la novela. Si la lectora y el lector no han leído esta novela, son afortunado­s, pues se encontrará­n por primera vez con esta visión trágica de la vida. Algo más: la novela apareció en ERA, en 1964, en una traducción portentosa de Raúl Ortiz y Ortiz. ••• Gil leyó hace algún tiempo la biografía de Gordon Bowker sobre Malcolm Lowry: Perseguido por los demonios (FCE, 2008), en el capítulo “Se completa una Obra Maestra”, Bowker cuenta que la mañana del 7 de junio de 1945, Lowry se levantó a preparar café y gritó: “algo se está quemando”. Al salir del cuarto descubrió el techo en llamas. En ropa interior corrió a una casa cercana para pedir ayuda. Mergerie, su mujer, sacaba todo lo que podía de la casa. Ella rescató Bajo el volcán de las llamas, pero cuando quiso volver In Ballast

to the White Sea, el fuego devoraba la cabaña donde vivían. La novela en la cual Lowry había trabajado nueve años había quedado reducida a unos cuantos pedazos de hojas quemadas. En su desesperac­ión, Lowry entró a la cabaña y una viga en llamas le cayó en la espalda ocasionánd­ole quemaduras de tercer grado en la espalda. Todos los muebles quedaron arruinados, rescataron algo de ropa y la colección de discos de Lowry. Una pareja de amigos lo llevó a un hospital en Vancouver en donde le curaron las heridas. El incendio ocupó el alma de Lowry y desató sus remordimie­ntos al grado de que estuvo convencido de que las Furias Vengadoras lo habían alcanzado para castigarlo por sus pecados de otros tiempos. Ese carácter coincidía con los rasgos del cónsul Firmin.

Lowry contemplab­a los restos de su novela In Ballast, nueve años de trabajo habían ardido esa mañana frente a sus ojos. Lowry contaba una y otra vez que entre los trozos quemados de papel leyó al menos cuatro veces la palabra “fuego”. ••• Gamés leyó Bajo el volcán en un raro estado de hipnosis. Gil recuerda que incluso en algún lugar de finales de los años 70 fue a Cuernavaca, a la calle Humboldt número 47, donde vivió ese escritor alcohólico y genial, en busca de sus huellas. Con una vieja edición entre las manos, este Día de Muertos Gilga le trae, como los vagoneros, estas líneas:

“M. Laurelle se preguntó si llovería: en ocasiones, aunque raramente acontecía en esta época; como, por ejemplo, el año pasado en que llovió fuera de temporada. Y aquellos nubarrones en el sur eran la tempestad. Se imaginó que olfateaba la lluvia y pasó por su cabeza la idea de que nada le agradaría tanto como mojarse, empaparse hasta la médula, y caminar, caminar a lo largo de este país agreste con su tiraje de franela blanca untado al cuerpo, cada vez más y más empapado. Contempló las nubes: oscuros caballos erguidos en el cielo. ¡Sombría tempestad que se desataba a destiempo! Así ocurría con el amor, pensó, el amor que llega demasiado tarde. ¡Sólo que a éste no seguía la calma, como cuando la fragancia vespertina o el rayo del sol, lento y cálido, vuelven a la tierra sorprendid­a. M. Laurelle se alejó apresurand­o el paso. Y si tal amor de súbito nos enmudece, nos ciega, nos enloquece o nos mata — con encontrarl­e un símil no vamos a cambiar nuestro destino. ¡Tonerre a Dieux! (tormenta de Dios padre) Con describir como era un amor tardío no se saciaba sed alguna”. ••• Ustedes lo saben, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras los meseros se acercan con la charola que soporta el Glenfiddic­h 15, Gil pondrá a circular las frases de Ernesto Sabato por el mantel tan blanco: Lavanidad es tan fantástica que hasta nos induce a preocuparn­os de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados.

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FARABOLA/LEEMAGE El poeta y novelista inglés.
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