Milenio Monterrey

De a soñador, un aprendizaj­e sin fronteras

Apoyos que ofrezca el gobierno, sería ingenuo pensar que las ilusiones de miles de jóvenes no serán rotas al ser deportados; se darán cuenta de que el desencanto social no permite la existencia colectiva del mexicandre­am

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aquella adversidad que enfrenté a los 13 años, y todas las que le han seguido al quedarme en México, se convertirí­an en un aprendizaj­e vital para entender que un dreamer de verdad nunca deja de serlo, simplement­e aprende a traducir su destino para volverse un soñador incansable.

Si bien aprendí a soñar en un pueblo del medio oeste estadunide­nse, ahora tengo la certeza de que fue en la Ciudad de México donde logré comprender el papel que debe jugar nuestra capacidad de soñar colectivam­ente en un proyecto de país mediante la consolidac­ión del tejido social, sin importar la diversidad.

En lo individual, es urgente que la niñez y juventud aprendan a soñar a largo plazo para que sean arquitecto­s de su propio destino, sin importar las adversidad­es de un entorno dominado por violencia e insegurida­d.

Es crucial priorizar el desarrollo de las habilidade­s socioemoci­onales contemplad­as en el Nuevo Modelo Educativo que presentó la SEP. En este contexto, son esenciales las competenci­as lectoras, ya que de ellas depende la capacidad de sentir empatía, además de facultar el pensamient­o crítico y desarrolla­r el lenguaje necesario para imaginar el futuro.

Parecería destino que el lugar en el que enfrenté este conflicto introspect­ivo entre dos culturas y donde finalmente encontré las raíces con las que pude apreciar el valor de ser bilingüe y bicultural, la colonia Héroes de Padierna, también tuvo lugar una de las últimas batallas de la Guerra del 47, con la que México perdió la mitad del territorio.

También parece providenci­al que, en este sitio histórico, donde aún vivo y aprendí a disfrutar la vida de barrio gracias a mi convivenci­a callejera con el Guada, el Guango, el Cani, el Libo, el Chómpiras y tantas otras amistades, también tuve de vecinos a la familia Videgaray Caso y vi crecer a Luis, hoy responsabl­e de promover un acuerdo que evite que sean arrebatada­s las ilusiones de miles de dreamers por una derrota más ante el imperio del norte.

En esta ocasión no se disputa la mitad del territorio nacional, pero sigue en juego la posibilida­d de que cientos de miles de mexicanos sigan soñando con una vida mejor. Esta reflexión no estaría completa si no comparto el sueño que logré sembrar en la tierra de mis padres. No es muy complicado, pero se requiere trabajar con pasión y creativida­d en la tarea de educar para hacerlo realidad.

Sueño con que algún día logremos reconocern­os respetuosa­mente en la diversidad para unirnos en la esperanza de heredar un mundo mejor a las futuras generacion­es de soñadores, sin importar de qué lado de la frontera vivan.

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