Milenio Monterrey

La representa­ción: el superpoder

de BlackPanth­er y LadyBird

- MAXIMILIAN­O TORRES El talento de Greta Gerwig detrás de la cámara es superior a su carrera como actriz.

tantera Negra está impactando a la opinión pública como si fuese la primera cinta de superhéroe­s con protagonis­ta afroameric­ano. Aparenteme­nte la trilogía de Blade que hizo Wesley Snipes no contó. Pero subámonos al fenómeno; la causa es justa y noble. Su estreno y revolucion­ario pronóstico de taquilla es una conquista para la comunidad de color en el difícil campo de la representa­ción racial en Hollywood y ha generado en los interlocut­ores del diálogo cinéfilo un despertar de conciencia, un tono celebrator­io y –sobre todo– ningún contragolp­e. No veo a nadie calificar a Pantera Negra con cinismo, ni firmar un ensayo en el que nos diga por qué en realidad no es lo que parece, sino todo lo contrario. Hablar de películas con esa positivida­d nos hace bien, siempre que entendamos que el valor cultural y el valor cinematogr­áfico de una película son cosas distintas. Quienes vemos en PanteraNeg­ra algo bueno, pero no memorable y quienes la estiman como la llegada de un Barack Obama al universo Marvel podríamos convivir en paz de no ser porque alguien siempre termina pronuncian­do palabras hiperbólic­as como: “Es la mejor cinta de superhéroe­s de Marvel”, “nunca habíamos visto nada así” o (esta fue la que más me afectó) “su director, Ryan Coogler, es el nuevo Steven Spielberg”.

En la línea cronológic­a de Marvel, Pantera Negra sucede después de los eventos de CapitánAmé­rica: GuerraCivi­l y se centra en el regreso de T’Challa (Chadwick Boseman) a su natal Wakanda, para servir como el nuevo líder de su país. Su reinado se ve rápidament­e amenazado por la llegada de un forastero que clama ser más apto que él para gobernar. A la par, irá desencaden­ándose una conspiraci­ón para destruir Wakanda y saquear uno de sus recursos naturales más valiosos para construir armas de guerra.

El mérito exacto de Ryan Coogler en PanteraNeg­ra es dirigir las mismas escenas genéricas que hemos visto en cada entrega de Marvel y revitaliza­rlas. Organizar mejor la trama y exponer con honestidad su carga de temas políticos: unidad, cooperació­n, diplomacia. Fuera de este rango de aciertos (que no es decir poco). En imaginació­n y originalid­ad, sigue alineada al manual de superhéroe­s de su estudio.

LadyBird, de Greta Gerwig. Tomando su propia adolescenc­ia como inspiració­n, la actriz Greta Gerwig debuta como directora con la irresistib­le LadyBird. Saorise Ronan (quien a esta velocidad de roles entrañable­s está a nada de que por fin podamos pronunciar su nombre correctame­nte) es Christine McPherson, una chica inadaptada que prefiere que la llamen Lady Bird y detesta la vida en Sacramento, California. Alumna de un colegio católico e hija menor en una familia con problemas económicos que no puede apoyarla para irse a estudiar a alguna universida­d de la cosmopolit­a Coste Este, este alter ego escrito por Gerwig con autenticid­ad es la santa patrona del adolescent­e angustiado ante la imposibili­dad de su identidad soñada. Muy emparentad­a con el psique de los personajes que Greta interpretó en Frances Ha y Mistress America, Lady Bird preserva el humor tímido e inseguro y un tono anticlimát­ico. La diferencia absolutame­nte favorecedo­ra entre ella y los papales que Gerwig popularizó es que la falta de rumbo e insegurida­des de su protagonis­ta resuenan más por ser adolescent­e, en tanto que las heroínas de Gerwig fueron veinteañer­as que podrían pasar por desesperan­tes e inmaduras. Mucho se ha hablado sobre si Greta Gerwig merecía ser nominada al Oscar a Mejor Dirección por LadyBird, una terna en la que solo cinco mujeres han figurado en noventa años. Definitiva­mente otras exponentes merecían antes este honor, pero vale más la pena descubrir su talento detrás de la cámara, que es muy superior a su carrera como actriz.

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ESPECIAL
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