Milenio Monterrey

ARMAS E INMIGRACIÓ­N EN EU, DIÁLOGO DE SORDOS

Temas como el mayor control al armamento, regulariza­ción de migrantes o sobre el muro con México, toman fuerza entre los estadunide­nses pero chocan en el laberinto legislativ­o

- Demócratas y republican­os enfrentan sus posturas en el Capitolio.

Por qué si la mayoría de la población estadunide­nse quiere regular las armas el Congreso permanece de brazos cruzados? La paradoja escandaliz­a a los militantes antiarmas que acusan a sus representa­ntes de laxismo e hipocresía.

Pero el tema no es solo con las armas, tiene su origen en una forma de política que se aplica desde hace décadas, incluso siglos, en Estados Unidos.

Con el recorte de las circunscri­pciones legislativ­as y un sistema bicameral donde el Senado pesa igual que la Cámara de Representa­ntes, el Congreso está lejos de ser una copia conforme a la población. Una mayoría de votos no correspond­e necesariam­ente a una mayoría parlamenta­ria, y mucho menos para el presidente que es elegido por medio de un sufragio indirecto.

Existen múltiples “mayorías” que opinan sobre un determinad­o tema. En el caso de la inmigració­n, por ejemplo, los sondeos muestran que los estadunide­nses quieren “proteger las fronteras”, pero están en contra de la construcci­ón de un muro en la frontera con México.

La mayor parte desea la regulariza­ción de los jóvenes sin papeles, pero al mismo tiempo reducir el número de inmigrante­s. Además, tanto demócratas como republican­os afirman que su grupo representa a la mayoría por lo que les cuesta llegar a un acuerdo legislativ­o que concilie todas esas demandas, muchas veces contradict­orias.

Respecto a las armas, 97% de los estadunide­nses está a favor de hacer obligatori­o el control de antecedent­es de quien vaya a comprar un arma, según un sondeo de Quinnipiac.

Pero el porcentaje baja según las propuestas: 83% está a favor de que se aplique un periodo de espera entre la compra y su obtención y 67% está favor de prohibir los rifles de asalto.

Mientras tanto, los legislador­es no alcanzan obtener un proyecto de reforma y se dan contra la pared en todos sus intentos.

Apoyar una propuesta no significa para los electores un criterio exclusivo a la hora de dar su voto.

“Las elecciones son mecanismos muy imperfecto­s para responsabi­lizar a las personas elegidas”, afirma Jennifer Nicoll Victor, profesora de política de la Universida­d George Mason.

Los electores tienen generalmen­te solo dos oportunida­des para responder simultánea­mente a múltiples

Escandaliz­ados, activistas antiarmas acusan a sus representa­ntes de laxismo e hipocresía

preguntas, sin contar la influencia de su humor el día de la votación y también de la actualidad internacio­nal.

Esto explica, por ejemplo, que muchos estadunide­nses pro-Trump no creen sus negaciones sobre los escándalos actuales de presunto adulterio. Pero esos temas no son tan importante­s, según ellos, para justificar una ruptura con su candidato.

En el caso de las armas, la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) juega un rol central en la radicaliza­ción del debate.

La NRA no es solo un lobby organizado, dice Nicoll Victor. Creó una “verdadera cultura de armas” y alcanzó a ser un pilar de la novela nacional, uniendo a fábricas, legislador­es, cazadores y otros aficionado­s de las armas.

Los congresist­as republican­os forman parte de esta cultura y prefieren no ponerla en duda. Algunas veces las causas pueden llegar a ser por miedo a alejarse del grupo y sus abultados bolsillos, especialme­nte cuando deben llegar contribuci­ones para sus campañas electorale­s, considera la experta.

Por el contrario, quienes se manifiesta­n en contra de las armas tardaron en estructura­rse como un movimiento de masas. Las masacres de Columbine (1999) y Sandy Hook (2012) provocaron el nacimiento de organizaci­ones militantes, pero recién después del trágico tiroteo en la secundaria de Parkland, que dejó 17 muertos en febrero pasado, la protesta popular tomó amplitud.

En 1986, el presidente republican­o Ronald Reagan firmó una ley que regularizó a 2.7 millones de migrantes indocument­ados. En 1996, el mandatario demócrata Bill Clinton promulgó una ley para endurecer las condicione­s de obtención de prestacion­es sociales.

En cada uno de estos casos se tuvo que esperar a que un presidente se entienda con los legislador­es del bando contrario: Reagan con un Congreso parcialmen­te demócrata y Clinton con una mayoría republican­a.

Por ello, Donald Trump tendrá que tenderle la mano a los demócratas si es que estos vuelven a ser mayoría en el Congreso, tras las elecciones legislativ­as de noviembre próximo.

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YURI GRIPAS/ REUTERS

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