Dinero, riesgo y aceptación son vistos por Jeff Koons
“Es un halago que la sociedad perciba que mis obras tienen un valor pertinente”, expresa el polémico creador estadunidense
Para sus detractores, sus obras son fáciles y están sobrevaloradas. Para sus admiradores, es una leyenda viva, encarnación del movimiento Pop Art. Pero Jeff Koons asegura que solo quiere concentrase en lo que le gusta hacer.
Las obras del artista estadunidense, de 63 años, son descaradas, voluptuosas y se venden a precios astronómicos, algo que no desalienta el entusiasmo de los asiáticos por Koons en su presentación en la feria de Art Basel, en Hong Kong.
Esta gran feria internacional de arte contemporáneo es la ocasión para los coleccionistas adinerados de adquirir nuevos signos exteriores de sus estatus social.
Koons presenta las esculturas de acero inoxidable pulido que lo han hecho famoso.
Pero ha traído también a esta sucursal de Art Basel, organizada en un gran centro de exposiciones frente al mar, su serie “Gazing Ball”, unos brillantes globos azules insertados en reproducciones de obras de maestros europeos como Rembrandt y Tintoretto.
En 2013, en una subasta en Christie’s en Nueva York, la versión naranja de su Perrodeglobo alcanzó el precio récord de 58.4 millones de dólares.
Pero, asegura Koons, el valor monetario de su arte solo es una “abstracción”.
“Honestidad escandalosa”
“Para mí, es un halago que la sociedad perciba que mis obras tienen un valor pertinente. Pero es la belleza de tener un impacto en individuos reales (...) lo que me proporciona realmente alegría”, afirma.
Su obra es, sin embargo, controvertida: sus detractores la califican de kitsch, comercial, sobrevalorada y vulgar.
En Francia suscitó gran polémica un proyecto del artista de instalar una escultura de 33 toneladas titulada Ramodetulipanes, en homenaje a las víctimas de los atentados frente al Palacio de Tokio de París.
Numerosas personalidades, desde el director de cine Olivier Assayas hasta el ex ministro de Cultura Frédéric Mitterrand, denunciaron a un artista convertido en “emblema del arte industrial, espectacular y especulativo”.
Koons se niega a polemizar, pero cuando se le pregunta cómo soporta estas crítica, responde que intenta concentrarse en su trabajo. “Creo que la gente siempre encuentra que la honestidad es muy escandalosa. Cuando uno es honesto y hace las cosas que quiere hacer, revela algo sobre la naturaleza humana”.
Las obras de este artista nacido en Pennsylvania son coloridas, extravagantes y monumentales.
Él parece indiferente a la controversia: se hizo famoso en los 90 exponiendo con un arte explícito su vida sexual con su ex esposa Ilona Staller, una estrella porno italiana conocida como Cicciolina.
Creer en sí mismo
En Hong Kong, Koons aparece relajado en la galería de David Zwirner, en el barrio de Central. Cada esquina de la galería se refleja en las superficies brillantes de sus obras. “Las superficies reflectantes confortan al espectador, aquí y ahora”, afirma.
Explica que trabaja en un proyecto de realidad virtual que verá la luz dentro de un año; su arte, agrega, no tenía ninguna audiencia y tuvo que volver a vivir con sus padres.
“Siempre me he arriesgado, porque creo que hay que ir a por todas. Creo en el entusiasmo, la estimulación de intentar conseguir algo”.