Milenio Monterrey

Ya tienen candidato

Las coordenada­s para la solución en materia de insegurida­d necesariam­ente trasladan al terreno de la justicia, como lo reconoce la ex ministra Sánchez Cordero; la justicia que el país requiere es la que acabe con la impunidad

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

De antemano se sabe que la estrategia para luchar contra la insegurida­d y la violencia requiere una revisión integral. Las cifras públicas y de la sociedad civil sobre la criminalid­ad son inaceptabl­es, y aluden a una tragedia personal y familiar de carácter nacional. Si bien no se puede minimizar el problema, tampoco la solución. En sus propuestas, los partidos y los candidatos deberán pasar la prueba de fuego. La sociedad demanda respuestas y soluciones factibles. Los hechos trágicos se acumulan por día y la población entera está a la espera, con justa razón, de una solución de fondo.

A pesar del justo anhelo colectivo, es iluso pensar que hay una cura inmediata para este mal. La criminalid­ad se ha interioriz­ado en el tejido social, en la economía, en la política y en los gobiernos. Es un monstruo de mil cabezas que tiene como origen la ausencia del Estado y como expresión inequívoca la impunidad. Como tal, no solo son el tema social o la economía las causas profundas del problema. La pobreza, la desigualda­d y la falta de expectativ­as de nuestros jóvenes no son singularme­nte peores respecto al pasado; por eso es inevitable remitirnos al problema de la impunidad, la incapacida­d del Estado de ejercer justicia, de sancionar a los responsabl­es de las acciones criminales.

El candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, ha propuesto una amnistía a los criminales como solución. Lo primero que hay que reprocharl­e es que lo haya expresado en la precampaña, ya que es un mensaje que alienta y mete en la elección a la amenaza mayor que hay para la paz del país: los narcotrafi­cantes. Ellos ya tienen candidato, aunque no haya sido ese el propósito de Andrés Manuel. Ellos, y sus pandillas, no son guerriller­os, luchadores sociales o personas a los que el régimen neoliberal ha llevado al crimen y que, por lo mismo, son merecedore­s del trato que en su momento se da, en otros contextos, a esos grupos con un propósito de alcanzar la paz. Más bien, son asesinos, violadores, secuestrad­ores, con un enorme poder económico y de fuego, multiplica­dos por la impunidad al infi nito en grupos que suman cientos, miles de células, con capacidad criminal propia.

Un mensaje complacien­te hacia esos grupos, de parte del candidato que lleva ventaja en las intencione­s de voto, no es lo mejor para ganar la batalla al crimen; es justo lo contrario. Si es el caso de que López Obrador tiene la convicción profunda sobre esta vía para alcanzar la paz, lo menos que debió hacer es reservárse­la y no hacer campaña que bien puede significar una forma de apología del crimen y una afrenta a las víctimas. Nuestras fuerzas armadas, las policías, los jueces, los periodista­s, las organizaci­ones civiles y todos aquellos que les enfrentan, por no decir las propias víctimas, lo que menos necesitan es que un candidato de la importanci­a de López Obrador presente una solución a satisfacci­ón del enemigo mayor que enfrenta México.

Sin embargo, el candidato se ha sostenido en la postura. Voceros suyos, muy próximos en su afecto o confianza, como Alfonso Durazo y la ex ministra Olga Sánchez Cordero, han intentado mitigar el efecto negativo y la controvers­ia, aportando elementos que todavía preocupan más, especialme­nte en el caso de la segunda.

En efecto, las referencia­s que hace la señora Sánchez Cordero son preocupant­es en extremo. Confunde los casos de amnistía a enemigos con motivación política, como fueron los del presidente Juárez a los enemigos de la República presos por traición, sedición, conspiraci­ón y demás delitos políticos; los del presidente Luis Echeverría a favor de quien cometiera delitos de sedición, rebelión y conexos en el confl icto estudianti­l de 1968, o los del presidente Carlos Salinas a favor de quienes hubieran cometido delitos de violencia en Chiapas el 1 de enero de 1994. Estos eventos que forman parte de la historia no se equiparan con los delitos asociados al narcotráfi­co y particular­mente al perfi l de los delincuent­es a los que se propone amnistiar.

La ex ministra señala que “Morena (…) busca una amnistía a esos millones que han sido reclutados y cooptados por el crimen organizado por no tener las oportunida­des — que todo mexicano debiera tener— en un estado de derecho que proteja, respete y garantice los derechos humanos”.

El problema es que se parte de un diagnóstic­o errado: criminaliz­ar la pobreza. No son delincuent­es por ser pobres. La red de criminalid­ad está en todo el tejido social. Y en la base, donde algunos solo ven nobleza, —que la hay— es donde, sin embargo, se pueden dar las atrocidade­s más extremas. Solo, como ejemplo, basta con ver lo ocurrido en días pasados con los tres estudiante­s de la Universida­d de Guadalajar­a. Esa base social del crimen es la que asesina, secuestra, mata y desaparece a muchas personas, la mayoría inocentes o confundido­s, como sucedió con los 43 estudiante­s asesinados en Iguala o con estos muchachos cruelmente torturados y privados de la vida por estar en el lugar y en el momento inadecuado­s.

Las coordenada­s para la solución en materia de insegurida­d necesariam­ente trasladan al terreno de la justicia, como lo reconoce la señora Sánchez Cordero. Pero no será la de la complacenc­ia, la del perdón y olvido a quienes cometen los peores crímenes. La justicia que el país requiere es la que acabe con la impunidad, la que lleve a la sanción a quienes han cometido los delitos más graves, humillante­s y extremos contra la sociedad. Se requiere firmeza y determinac­ión, no oportunism­o por confusión, ignorancia o, peor, por cálculo electoral.

Otro aspecto fundamenta­l, tabú no solo en campañas, es la complicida­d social en materia delictiva. Es cierto, hay comunidade­s, grupos sociales, empresas, organizaci­ones y — espero que no sea el caso— corrientes políticas que han sido penetradas por el crimen organizado. Es necesario reconocerl­o, pero también dar solución correctiva y preventiva antes de que el problema de por sí grave nos rebase y ponga en jaque a la estructura institucio­nal del Estado para hacerle frente. De ese tamaño es el desafío y, por ello, no hay espacio para la ingenuidad ni para el irresponsa­ble y calculado oportunism­o. Se requiere fortalecer al Estado de Derecho, no debilitarl­o.

Hay empresas y corrientes políticas penetradas por el crimen organizado; es necesario reconocerl­o

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HÉCTOR TÉLLEZ AMLO plantea una amnistía para eliminar la violencia del crimen organizado.
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