Milenio Monterrey

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uando dos adultos solteros se enamoran no hay mucho que decir. Nos da gusto a todos. La situación tiene un matiz más complicado cuando el romance surge entre un maestro y su alumna (o viceversa) o entre dos personas que trabajan en la misma empresa. El tema no es necesariam­ente nuevo. Los romances en el ámbito laboral han existido desde siempre. Es lógico, pasamos muchas horas en la oficina, así que no es difícil que surja un chispazo entre dos personas que trabajan en la misma organizaci­ón. Lo mismo sucede en las aulas. De hecho, unos amigos muy queridos que tienen años de feliz matrimonio se conocieron en la universida­d, cuando él era profesor de la maestría que estudiaba su hoy mujer. Sin duda existen casos de éxito, pero el tema no es sencillo (para muchos, estos romances son sinónimo de dolores de cabeza), por lo mismo, la mayoría de las empresas y universida­des tienen políticas claras al respecto.

Nuestras acciones tienen consecuenc­ias. Además de denunciar los casos de acoso sexual en Hollywood, nos guste o no, el movimiento #MeToo ha cambiado la forma en que nos relacionam­os y cómo ligamos. Después del boom mundial del movimiento, en todos los foros se leen comentario­s de personas inseguras para iniciar un romance. ¿Cuántas veces sería correcto insistir para invitar a alguien a salir sin que lo consideren acoso? ¿Dos o tres veces? ¿A la primera? ¿Mejor no intentarlo? Basta echar un vistazo a Twitter para encontrar cientos de comentario­s en este sentido.

La idea del movimiento es que alguien como Harvey Weinstein o Bill Cosby terminen en la cárcel sin caer en el absurdo y que alguien pierda su puesto por haber invitado a salir a un colega dos veces o que te denuncien por acercarte mucho a una persona o por que le dijiste “guapa”. Siempre innovador y para dar una luz en el tema, el periódico The Guar

dian tiene una nueva sección: Dating after #MeToo de la experta en relaciones Jean Hannah Edelstein, dedicada a responder todas las preguntas sobre el romance en la época Post-#MeToo. La sección es muy interesant­e, los lectores envían cartas donde narran sus dudas o problemas y Edelstein les da respuesta.

Aceptar que tienes un problema es tener la mitad del problema resuelto y al ver la columna de Eldestein no podemos más que aceptar que el movimiento preocupa y confunde a muchos. ¿Es momento de echarse para atrás? No. Por supuesto que no. El acoso sexual es un tema importante y no debemos de bajar la guardia; sin embargo, también hay que estar consciente­s de que si queremos que haya un avance, tenemos que empezar por entender y explicar lo que es y no es acoso sexual.

Muchos de estos problemas que se tratan en la columna de Edelstein (“¿Me gusta mi alumna, qué hacer?”) se resolvería­n con sentido común (“espera a que termine el curso para invitarla a salir”), pero sabemos que no es tan común en temas del corazón y menos ante la amenaza de una denuncia. Si te gusta una persona y rechazó un par de veces tus invitacion­es a salir habría que entender que el interés no es mutuo y lo correcto sería no seguir insistiend­o. Conocer las políticas de tu empresa sobre el romance entre dos empleados es apropiado, independie­ntemente de si te gusta alguien de tu oficina. Los flechazos de Cupido son inesperado­s y es en tu beneficio saber qué hacer. #MeToo debe hacernos reflexiona­r sobre el acoso, no aterrarnos sobre las citas; sin embargo, es una consecuenc­ia temporal y hay que aceptarla. A medida de que aumente el conocimien­to sobre el acoso sexual y todos tengamos más claro en que terreno pisamos, el miedo pasará, estoy segura. Entre tanto bienvenido­s los esfuerzos como los de The Guardian para ayudar a entender el momento en que vivimos. Buen domingo a todos.

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MO ISÉ S BU TZ E

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