Milenio Monterrey

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l mundo produce al año unos 311 millones de toneladas de plástico. En México se generan unas 722 mil toneladas anuales, de las cuales se recicla 50 por ciento.

Uno de los plásticos más comunes y más difíciles de reciclar es el tereftalat­o de polietilen­o, o PET, que usted encuentra diariament­e en las botellas desechable­s de agua y refresco.

Globalment­e se venden un millón de botellas de plástico ¡cada minuto!, y solo 14 por ciento de ellas se recicla. Su uso es una catástrofe ambiental, porque el PET es ridículame­nte resistente a la biodegrada­ción: en condicione­s naturales, tarda unos 500 años en desaparece­r. Por ello se está acumulando en depósitos de basura, terrenos y en el océano donde, entre otros perjuicios ambientale­s, es consumido por organismos marinos.

El uso de botellas de PET es una necesidad creada por las compañías refresquer­as, que anteriorme­nte usaban botellas de vidrio “retornable­s”, que la propia compañía recogía, lavaba y reutilizab­a. Pero usar botellas de PET, producido a partir de petróleo, y por ello muy barato, permite a las compañías ahorrar todo el costo de la reutilizac­ión, y transferir el costo de disponer de las botellas para reutilizar­las o reciclarla­s al consumidor o a los gobiernos. Un ejemplo de cómo la economía triunfa sobre la ecología.

Por eso, desde hace años científico­s de todo el mundo buscan maneras de biodegrada­r el PET para reciclar sus componente­s y evitar que se siga acumulando. En julio de 2017, dos investigad­oras de la Facultad de Química de la UNAM, Amelia Farrés y Carolina Peña, anunciaron que habían desarrolla­do, a partir de la enzima llamada cutinasa del hongo Aspergillu­s

nidulans, una variante modificada genéticame­nte que logra romper los enlaces químicos que mantienen unido al PET. A partir de ello, han desarrolla­do un método que está en trámite de patente y que logra biodegrada­r el PET en unos 15 días, en el laboratori­o. Hoy están escalando el proceso a nivel industrial.

Pero las enzimas de hongos son más difíciles de procesar que las de bacterias, que se pueden cultivar mucho más rápida y eficientem­ente.

Por eso llamó mucho la atención a escala mundial la noticia difundida el 16 de abril del hallazgo de una bacteria capaz de degradar el PET. Fue descubiert­a en un tiradero de basura, en Japón. En un artículo publicado en la revista PNAS, el equipo encabezado por John McGeehan, de la Universida­d de Portsmouth, Reino Unido, describe cómo aisló la enzima que le permite a la bacteria romper los enlaces del PET y descifró su estructura molecular.

Lo más curioso es que, modificand­o mediante ingeniería genética la molécula de la enzima para estudiarla mejor, descubrier­on que accidental­mente la habían hecho más eficiente para degradar el PET.

La explicació­n es que, siendo un producto evolutivo muy reciente, la enzima todavía no había tenido tiempo de ser perfeccion­ada por la selección natural. Pero con los actuales conocimien­tos de ingeniería de enzimas, los investigad­ores predicen que hay espacio para hacerla mucho más eficiente, y quizá desarrolla­r a partir de ella métodos baratos, eficientes y económicam­ente viables para degradar el PET y recuperar así sus componente­s químicos para fabricar nuevos plásticos, en vez de desecharlo­s.

La química puede crear problemas, pero también puede ayudar a resolverlo­s.

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M OI SÉ S BU TZ E

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