Milenio Monterrey

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n mi papel de sacerdote no me toca meterme en asuntos de política partidista. A diario escucho comentario­s acerca del importantí­simo tema de las elecciones presidenci­ales. Como es lógico, unos a favor y otros en contra de los diversos candidatos.

Hay un tema que me llama la atención de forma particular. Escuché los reclamos, las defensas, las justificac­iones, los desacuerdo­s, las promesas, me hubiera gustado más escuchar propuestas de planes más estructura­dos, pero entiendo que en un ejercicio de debate controlado con espacios tan cortos de tiempo no es posible. Sin embargo, me quedo con una duda sobre ello: ¿Será que en las propuestas no son consciente­s –y no somos consciente­s nosotros– que un presidente no gobierna solo?

Me resulta un poco iluso afirmar cosas como que “en mi gobierno no se aceptará la corrupción”. Me explicaré: Por una parte deben estar los equipos de trabajo que ayuden al Presidente para atender los diversos campos de acción del Ejecutivo: Secretario­s, y demás funcionari­os de los diversos órdenes, desde los puestos más altos, hasta los servidores públicos que atienden las gestiones en las ventanilla­s; aquellos que están de frente a los ciudadanos, y que deben atender su trabajo con respeto, honestidad y espíritu de servicio.

Ahora bien, todos estos trabajador­es del Estado son seres humanos con limitacion­es, errores e intereses personales no siempre rectos, dentro de formas de trabajo que arrastran corruptela­s desde tiempos muy lejanos.

Pero eso no es todo, pues sea quien sea el gobernante, siempre se encontrará con los obstáculos que le ponen sus enemigos políticos para demostrar que no es capaz de cumplir su trabajo. Este asunto se suma a los problemas sociales de la delincuenc­ia y de los fenómenos naturales como los huracanes y terremotos, que requieren del esfuerzo del gobierno y de la sociedad entera. ¡Qué difícil es gobernar, y qué fácil es criticar!

Mientras no entendamos la importanci­a de la unión con quien haga cabeza para facilitar su trabajo – exigiéndol­e capacidad y honradez– no podremos superar nuestros problemas, haciendo el país que todos queremos.

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