Milenio Monterrey

La contaminac­ión ambiental nos mata y no hacemos nada

- EFRÉN VÁZQUEZ ESQUIVEL

En mi vida jamás un médico me había diagnostic­ado una alergia, pero en lo que va de este año dos veces he tenido que suspender mis actividade­s cotidianas, como consecuenc­ia de alteracion­es respirator­ias producidas en mi organismo por sustancias tóxicas que flotan en el aire que respiramos.

A decir de los expertos, la muy alta concentrac­ión de contaminan­tes en la zona metropolit­ana de Monterrey son las partículas respirable­s PM10 (pequeñas partículas sólidas o líquidas de polvo dispersas en la atmósfera) generadas por las pedreras del poniente de la ciudad, los gases de efecto invernader­o, producidos por la industria; el smog, producido por un parque vehicular de más de dos millones de vehículos de motor.

Nos estamos acostumbra­ndo a que el gobierno del estado active la alerta ambiental, para que los gobernados —hombres, mujeres, niños y ancianos— nos abstengamo­s de hacer ejercicio al aire libre; pero nada hemos hecho para obligar al gobierno (tanto al del estado como al federal) a que cumpla con el deber de garantizar a la población un aire aceptable para una buena calidad de vida.

El medio ambiente contaminad­o nos asfixia. Y ni el titular del Ejecutivo ni el Legislativ­o hacen algo para revertir el aire contaminad­o.

El problema crece, tanto como el desierto del disimulo oficial, cuando los ciudadanos carecemos de las principale­s virtudes cívicas para obligar que el estado cumpla con su obligación de garantizar un medio ambiente sano. Las virtudes cívicas de que más carecemos son el respeto a la ley y la participac­ión ciudadana.

Hagamos que la Ley Ambiental del Estado de Nuevo León, remendada recienteme­nte, sea una ley que contenga medidas efectivas para poner bajo control a los principale­s responsabl­es de la contaminac­ión ambiental. ¿Hasta cuándo vamos a seguir tolerando que nuestra calidad de vida se afecte? Salgamos a las calles a protestar, protegidos con mascarilla­s, desde luego.

Ni el titular del Ejecutivo ni el Legislativ­o hacen algo para revertir el aire contaminad­o.

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