Esa visible oscuridad
Se trata de un libro en el que el escritor William Styron comparte sus memorias sobre la depresión aguda que vivió cuando se encontraba en un momento exitoso como creador ¿Cómo es posible que alguien que tiene todo la padezca?
Voy a hablar de un libro valioso y raro en su género. Dedico su reseña a los amigos, parientes o colegas de alguien que sufre depresión. Por supuesto, a quienes han quedado recluidos adentro de sus muros. A muchos nos ha tocado de cerca la depresión propia o ajena; su presencia invasiva e invisible provoca en nosotros un agudo sentimiento de impotencia. La depresión es una condición médica tan seria como la diabetes o el cáncer, y no se cura de la noche a la mañana (Styron, p.14).
Pero, ¿qué es esta enfermedad de la que poco sabemos y que se ha convertido en epidemia?, ¿cómo entenderla?
El primer problema para tener un mayor conocimiento de la depresión, que nos pueda ayudar a detectarla y prevenirla, o bien, a atacarla, es el silencio que la envuelve. De esto no se habla. No se nombra. Mucho menos se conjuga en primera persona. Es un tabú en las conversaciones, un anatema en nuestra cultura; es un sentimiento que queda excluido de los espacios digitales donde suceden muchos de nuestros intercambios con los otros. No hay condiciones para expresarla. Quienes la padecen desentonan el ambiente divertido y feliz de las celebraciones. Solo atinamos a nombrarla desde la más absoluta incomprensión: ¿cómo es posible que alguien que todo lo tiene la padezca? Pensamos que se puede salir de ella con fuerza de voluntad. Nada más equivocado.
Por ello, quiero escribir sobre Esa visible oscuridad, del escritor William Styron. Son sus memorias sobre la depresión aguda que vivió cuando él se encontraba en un momento exitoso como creador. Hablo de estas memorias porque no solo me han tocado y conmovi- do, me han ilustrado. El talento de Styron para describir a profundidad la psique de sus personajes (pensemos, por ejemplo, en los protagonistas de su novela La decisión de Sofía) le sirvió para poder hacer una crónica de su depresión, una enfermedad que sigue siendo un gran misterio, incluso para la ciencia. En lo personal, he tenido acceso a artículos médicos, a reportes científicos sobre el tema. Nada se iguala a esta voz que cuenta con precisión, paso a paso, el inicio de su enfermedad, su total hundimiento, hasta su eventual hospitalización y recuperación.
Los síntomas: dificultad para dormir, una sensación de opacidad, de miedo, aprehensión y alienación, y una ansiedad asfixiante, confusión, una enorme dificultad para concentrarse y fallas de memoria que, en su conjunto, formaban una penumbra inexplicable, un dolor indescriptible que iba disolviendo su mente y adueñándose de él hasta tenerlo preso por completo. Desde la antigüedad —nos dice Styron— poetas y escritores, esos cronistas del espíritu humano, han luchado para encontrar un vocabulario que exprese de manera exacta la desolación de la melancolía. A Styron le tocó continuar con el legado de sus predecesores, y compartir su experiencia para alertar y dar un poco de luz a quienes se hunden en sus aguas.
Más allá de la enumeración que saco de las páginas del libro, lo que me parece más importante es la manera en que el escritor intenta encontrar las palabras para describir, con la destreza de un cirujano, esos momentos desoladores de su vida cotidiana, y su inhabilidad para sobrellevar el día; el examen interior de las posibles causas de esa depresión, y la lucidez de seguir un tratamiento psiquiátrico acompañan este viaje personal a través del vacío.
Al final de sus memorias, Styron habla de su recuperación haciendo referencia al “infierno” recorrido por Dante: “Para aquellos que han vivido en la selva oscura de la depresión, y conocen su inexplicable agonía, su regreso del abismo no es diferente del ascenso del poeta, recorriendo más y más arriba, el camino de salida de las negras profundidades del infierno para finalmente emerger a lo que él llama el “brillante mundo”. Allí, quien haya recobrado la salud, ha recobrado casi siempre el don de la serenidad y la alegría, y tal vez ésta sea recompensa suficiente por haber soportado la desesperación más allá de la desesperación”. (Styron, p. 86)
Deseo que quien ha conocido el abismo, pueda recuperar el espectáculo de las estrellas.
Poetas y escritores han luchado por encontrar una manera de expresar la desolación de la melancolía