De vuelta los amigos
Independientemente de que uno sea o no creyente, los Evangelios son una narración portentosa. De entre todos los pasajes de la vida de Jesús, hay uno que me parece particularmente hermoso. Me refiero a aquel en el que un Jesús profundamente conmovido por la pérdida de su amigo Lázaro y por el desconsuelo de sus hermanas Martha y María, deja de lado todo lo que hoy podríamos denominar “políticamente correcto” y frente a su tumba ordena al muerto que se levante y ande. Creo que este es el pasaje que muestra al Cristo más humano; si “nadie tiene más amor que quien da la vida por sus amigos”, qué decir de quien no soportando el dolor de perderlos los trae de nuevo al mundo de los vivos.
Pienso en todo esto mientras leo la noticia de que el papa Francisco había revocado la suspensión a divinis impuesta –treinta años atrás– por Juan Pablo II al sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. El centroamericano es considerado uno de los pilares de la Teología de la Liberación que tiene entre sus premisas la “opción preferencial por los pobres”, lo que la ubica ideológicamente cercana a la izquierda, situación que se veía acentuada por la militancia de algunas de sus principales figuras. En el caso de Cardenal, participó activamente en la revolución sandinista que derrocó la dictadura de los Somoza. La vida de Karol Wojtyla en la Polonia de la época soviética lo volvía particularmente reticente a este tipo de posturas. Por ello, y al verse confrontado en su visita a Nicaragua por quienes clamaban “entre cristianismo y revolución no hay contradicción”, el Papa reprende públicamente al sacerdote, quien en ese momento además se desempeñaba como ministro de Cultura del gobierno revolucionario de Daniel Ortega.
Muchas cosas cambiaron desde la inhabilitación del sacerdote, poeta, revolucionario y teólogo Ernesto Cardenal (quien ahora es crítico del gobierno de Ortega), menos la noble tarea de ir a buscar a los amigos que amamos para traerlos de vuelta al mundo de los vivos.