Milenio Monterrey

Así no se legisla

- MIRIAM HINOJOSA DIECK Politóloga* miriamhd4@yahoo.com

Cuando la libertad tiene precio se convierte en privilegio.

Tras la Revolución francesa surgió un debate intenso acerca de cuál debería ser el rol de los representa­ntes electos: Quienes tomaban las decisiones ¿deberían hacerlo de acuerdo a su mejor saber y entender o con base en mandatos precisos que les acordara aquellos a quienes representa­ban?

Ambas posturas se superaron por la vía de una síntesis en la que, por un lado, quien legisla no debe ser vocero de un grupo específico, pero tampoco debe hacerlo al margen de lo que es el sentir de la ciudadanía. La posibilida­d, hoy real, de una reelección, subraya el tema cada vez más presente de la rendición de cuentas, obligando a quienes desean volverse a presentar, comparecer ante sus electores y responsabi­lizarse de su actuar. Por otra parte están constreñid­os por los entendidos fundamenta­les que nos permiten ser una democracia: el pleno respeto a los Derechos Humanos.

Nadie está para hacer cabildeo de particular­es, pero tampoco se puede, en nombre de un interés tan intangible como la moral o el interés superior de la Nación violentar la Constituci­ón, o los Tratados Internacio­nales de los que nuestro país es signatario. En ese marco, cada legislador y legislador­a puede impulsar la agenda que mejor le parezca. No puede, en cambio, hacerlo de forma secreta, ni mucho menos de espaldas a la ciudadanía. Es por ello que cada participan­te en los comicios debe presentar su plataforma electoral, al tiempo que, al ser postulado por una entidad política, asume la que su partido plantee. Así nuestros votos no son un cheque en blanco, son una adhesión a una determinad­a propuesta programáti­ca.

La eufemístic­amente llamada “protección de la vida desde la concepción hasta la muerte natural” no estaba planteada en todas las plataforma­s de quienes la votaron favorablem­ente. Qué importa si eran mujeres u hombres o de qué partido provienen, no respetaron su oferta original, traicionar­on a su electorado y violentaro­n las prácticas más básicas en términos legislativ­os.

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