Buenas formas; preocupantes fondos
Refrescante ha sido la manera de gobernar de López Obrador en muchos sentidos en los primeros 100 días de su administración. Sin lujos, sin pretensiones. El contraste con las formas del sexenio de Peña Nieto es bienvenido. No obstante, y pese a que ha habido aciertos, me preocupa el fondo de muchas de sus políticas.
Dicen que en política la forma es fondo. Algo de cierto hay en esto. La forma es importante para que el fondo tenga impacto. El caso de Peña Nieto viene al caso en este sentido. Su gestión produjo logros significativos. Ahí están las reformas energética y educativa, por mencionar dos de los más relevantes. Pero debido a que las formas no fueron las mejores —la percepción de un presidente distante a la gente, rodeado de corrupción e impunidad—, dichos logros ahora están bajo amenaza de ser revertidos.
El caso de AMLO es, en gran medida, el inverso. Su forma de gobernar ha sido muy bien recibida por la población. Dado los excesos anteriores, para muchos es un alivio ver al presidente actuar de manera austera, cero ostentoso. Medidas simbólicas como viajar en avión de línea y moverse en un coche viejo, son recibidas como un respiro de aire fresco por la población.
Es en el fondo de muchas de sus políticas donde veo el problema. Hasta arriba de la lista está su decisión de cancelar el nuevo aeropuerto. Por donde queramos avaluarla, simplemente no hace sentido ni económico ni técnico. Y qué decir del costo que representó en pérdida de credibilidad de AMLO con inversionistas. Otro error fue la anulación de la reforma educativa. Me queda claro que era mejorable, sobre todo la implementación, pero cancelarla empodera a grupos de maestros disidentes y pone en riesgo a uno de los pilares de una buena educación: la evaluación docente. Frenar la reforma energética fue una equivocación. Reducir los impuestos en la frontera tampoco fue acertado.
Aún en las políticas en las que las formas han sido las correctas, el fondo ha dejado que desear. El discurso del presidente en contra de la corrupción y la impunidad ha sido positivo, así como el combate contra el huachicol. Sin embargo, en la práctica, el número de corruptos prominentes que están en la cárcel ha sido nulo. Su tendencia a la austeridad es atinada, pero reducir a rajatabla los sueldos de la burocracia ha provocado la salida del gobierno de gente muy valiosa.
Desde una perspectiva ideológica, preocupa su tendencia a acumular poder (el ataque a los órganos autónomos); su actitud en ocasiones autoritaria; su visión hacia el pasado en vez del futuro (la construcción de la refinería de Tula y el mayor peso del Estado en sectores estratégicos de la economía, como el energético); su política exterior (Venezuela); su interpretación del mandato democrático (las consultas populares).
Fondo sin forma puede no ser efectivo. Pero forma sin fondo tampoco.