Milenio Monterrey

Participar o…

- PABLO AYALA ENRÍQUEZ

En 2014, el entonces IFE y el Colegio de México en su Estrategia Nacional para la Educación Cívica publicaron el Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía en México, motivado por la siguiente hipótesis: “La ciudadanía en México atraviesa por un complejo proceso de construcci­ón que se caracteriz­a por la desconfian­za entre las personas y de éstas hacia la autoridad, especialme­nte en las institucio­nes de procuració­n de justicia; por la desvincula­ción social en redes que vayan más allá de la familia, los vecinos y algunas asociacion­es religiosas y con el desencanto con los resultados que ha tenido la democracia”.

Más allá de su claridad, la hipótesis continúa siendo válida porque el escenario actual no ha variado mucho; para muestra un botón: solo el 11 por ciento de los ciudadanos en México es miembro activo de alguna asociación y el 81.37 nunca ha pertenecid­o tan siquiera a la mesa directiva de

padres de familia de la escuela de sus hijos.

Traigo este “viejo informe” a cuento, porque tanta quejadera respecto al desmadre que traen el Presidente y su gabinete no nos llevará más allá de mantenerno­s paralizado­s rumiando la frustració­n o lamentando la zozobra de que el hoy no es lo que pensábamos sería.

La democracia, recordemos, se consolida por la vitalidad y empuje de su sociedad civil, y no por los deseos y fantasías del gobierno de turno. De ahí que no está de más echarle un ojo al informe del IFE para comprender el daño social que nos hace vivir en una sociedad que opera desde la “desconfian­za” y “la no participac­ión ciudadana”.

Algunas formas para superar tal escollo también se exponen en el libro Creating value in nonprofit-business collaborat­ions, donde James E. Austin y M. May Seitanidi analizan el resultado de la colaboraci­ón entre empresas globales y organizaci­ones sin fines de lucro. Starbucks, el Royal Bank de Escocia, Alcoa, Natura y, entre otras más, Unilever, son compañías multimillo­narias que han sabido capitaliza­r la confianza y la colaboraci­ón con las organizaci­ones de la sociedad civil para atender problemas que los gobiernos no han podido resolver.

Allá AMLO y las señales que mande al mundo mundial. Nuestra reticencia a la participac­ión y al asociacion­ismo ciudadano son una señal mucho peor que las hasta ahora enviadas por la 4T: los males que nos aquejan no son culpa de nosotros, los ciudadanos, sino de aquellos que dirigen nuestras vidas.

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