Participar o…
En 2014, el entonces IFE y el Colegio de México en su Estrategia Nacional para la Educación Cívica publicaron el Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía en México, motivado por la siguiente hipótesis: “La ciudadanía en México atraviesa por un complejo proceso de construcción que se caracteriza por la desconfianza entre las personas y de éstas hacia la autoridad, especialmente en las instituciones de procuración de justicia; por la desvinculación social en redes que vayan más allá de la familia, los vecinos y algunas asociaciones religiosas y con el desencanto con los resultados que ha tenido la democracia”.
Más allá de su claridad, la hipótesis continúa siendo válida porque el escenario actual no ha variado mucho; para muestra un botón: solo el 11 por ciento de los ciudadanos en México es miembro activo de alguna asociación y el 81.37 nunca ha pertenecido tan siquiera a la mesa directiva de
padres de familia de la escuela de sus hijos.
Traigo este “viejo informe” a cuento, porque tanta quejadera respecto al desmadre que traen el Presidente y su gabinete no nos llevará más allá de mantenernos paralizados rumiando la frustración o lamentando la zozobra de que el hoy no es lo que pensábamos sería.
La democracia, recordemos, se consolida por la vitalidad y empuje de su sociedad civil, y no por los deseos y fantasías del gobierno de turno. De ahí que no está de más echarle un ojo al informe del IFE para comprender el daño social que nos hace vivir en una sociedad que opera desde la “desconfianza” y “la no participación ciudadana”.
Algunas formas para superar tal escollo también se exponen en el libro Creating value in nonprofit-business collaborations, donde James E. Austin y M. May Seitanidi analizan el resultado de la colaboración entre empresas globales y organizaciones sin fines de lucro. Starbucks, el Royal Bank de Escocia, Alcoa, Natura y, entre otras más, Unilever, son compañías multimillonarias que han sabido capitalizar la confianza y la colaboración con las organizaciones de la sociedad civil para atender problemas que los gobiernos no han podido resolver.
Allá AMLO y las señales que mande al mundo mundial. Nuestra reticencia a la participación y al asociacionismo ciudadano son una señal mucho peor que las hasta ahora enviadas por la 4T: los males que nos aquejan no son culpa de nosotros, los ciudadanos, sino de aquellos que dirigen nuestras vidas.