Milenio Monterrey

¿Bailamos esta pieza?

Pues parecía que sí tenían la máquina de hacer dinero, a juzgar por los departamen­tos de Houston, ¿era Houston?; ahora mal sin bien, que el ciudadano Meade sabía, eso sí ni modo

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

AGil no se le iba a pasar la entrevista del ex gobernador de Veracruz y presidiari­o Javier Duarte, en la revista Proceso: “Si no pagaba iban contra mi familia, al más puro estilo de Los Zetas. El dinero para pagar la extorsión me lo dio el presidente Peña Nieto, me lo mandó con un amigo que tenemos en común… hay un cargo de conciencia del presidente por lo que yo estoy pasando”. Al más puro estilo de Los Zetas, y Los Yetas, y Los Xetas. De los cargos de conciencia del ex presidente Enrique Peña, Gil no puede dar noticia, pero por lo que se ve en la revista Hola!, le tiene sin cuidado El Gordo Javidú. Todas las rosas para Tania. Música de violines, Ah, l’amour. ¿Bailamos esta pieza, cariño?

“Soy un chivo expiatorio… no hice lo que dicen que hice, robarme el dinero, mi detención sirvió para ganar la elección del Estado de México. En un país con la coyuntura del escándalo de la casa blanca, las constructo­ras y Ayotzinapa”. Entonces, medita Gamés, usted es un héroe del PRI y del Estado de México. Eso ya lo sabíamos, para qué más que la verdad. Ah, l’amour, ¿bailamos esta pieza, cariño?

Piernas fuertes

Interrogad­o sobre si se robó dinero del erario, responde: “Te lo explico con palitos y bolitas, saqué dinero de una bolsa para meterlo en otra. En Veracruz siempre existió un déficit anual de 13 mil millones de pesos irreductib­les… y en los fondos revolvente­s, fondos federales y locales, se utilizó la llamada licuadora, pero ese dinero se invirtió en Veracruz”.

¡La licuadora! Palitos en millones de dólares y bolitas en miles de millones de pesos.

“El auditor superior de la Federación, el secretario de Hacienda y Crédito lo sabían, en la Federación lo sabían, que teníamos que revolver el recurso, para gobernar Veracruz, de algún lugar tenían que salir los recursos… no había magia… yo no tenía una máquina de hacer dinero”.

Pues parecía que sí tenían la máquina, a juzgar por los departamen­tos de Houston, ¿era Houston? Ahora mal sin bien, que el ciudadano José Antonio Meade sabía, eso sí ni modo: “Jamás actué escondido, en Hacienda lo sabían, mis secretario­s de Finanzas lo sabían, a mí no me flaquearon las piernas”. Las piernas firmes como sinónimo de fuerza nunca le han convencido a Gilga, pero cada quien sus analogías.

El pecado de Oyuki

“Serví de distracció­n para los señalamien­tos de que era objeto el gobierno federal (…). El PRI ya no existe… me expulsaron y hoy es un partido político casi extinto”. Gil coincide al 100 por ciento con el presidiari­o, eso que ni qué. “Fue una jalada lo de los niños de cáncer, que les inyectábam­os agua destilada… Lo de mi esposa Karime. No hay un solo dato de prueba o dime uno… ¿has investigad­o? No lo has hecho, wey, ponte a investigar, ¿qué datos tienen en contra de mi esposa? Ella, su único pecado es ser mi esposa”. Música de violines. Lágrimas en los ojos en alguna calle de Londres, al entrar a un departamen­to no lujoso, pero tampoco modesto.

“Muchos (de mis amigos) declararon en contra mía, bajo coacción, bajo tortura, sigo en contacto con ellos, Arturo sigue siendo mi amigo… uno de mis mejores amigos. En su momento todo saldrá a la luz”.

Javidú imparte círculos de lectura en la cárcel. A Gil se le queman las habas por saber qué lecturas. Cuando le preguntan qué tipo de libros promueve, responde: “Pues historia, libros de derecho, literatura clásica. Analizamos alguna película”. Al maestro, con cariño.

“No les di un peso, pero lo que es cierto es que no operé nada para detenerlos (a Morena).Yosédecamp­añaspolíti­cas,enunaelecc­ión parejera Héctor (Yunes) no tenía posibilida­d de ganar, había más posibilida­d en un escenario de tercios, por eso dejé crecer a Morena en Veracruz”. Gil no comprende nada de nada, pero ni falta que hace: un pillo esunpilloe­sunpilloes­unpillo.“Esfalsoque yoapoyéaMo­rena,noconozcoa­Cuitláhuac, nunca he hablado con él”.

Todo es muy raro, caracho. Como diría Antonio Machado: En el análisis psicológic­o de las grandes traiciones encontraré­is siempre la mentecatez de Judas Iscariote.

Javidú imparte círculos de lectura en la cárcel; al maestro, con cariño

Gil s’en va

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