Sucias historias... sin derechos humanos
La tortura policiaca es un flagelo presente en pleno siglo XXI y ha sido motivo de anulación de juicios, con la consiguiente puesta en libertad de peligrosos delincuentes.
Estos abusos fueron uno de los motivos principales en todo el mundo para la puesta
en marcha de organismos defensores de los derechos humanos y la aplicación de instrumentos para detectar la tortura, como el Protocolo de Estambul.
La vieja película Harry el sucio (1971) es un ejemplo clásico en donde un criminal torturado por un policía (Clint Eastwood) sale en libertad al probarse el abuso.
En la cobertura de la nota policiaca de Monterrey conocimos incontables casos de tortura por parte de agentes investigadores que justificaban el rostro hinchado y amoratado de un detenido con un simple “se cayó en las escaleras”, cuando las celdas de la entonces Policía Judicial del Estado eran un tétrico sótano de las antiguas instalaciones de Venustiano Carranza y Espinosa.
Contrario a lo que piensan muchos de los detractores de los organismos defensores de los derechos humanos, quienes aseguran que solo defienden delincuentes, las comisiones nacional y estatal del ramo acaban de dar una lección de la amplitud de su quehacer.
La muerte de un migrante salvadoreño en las instalaciones locales del Instituto Nacional de Migración detonó de inmediato los protocolos de intervención de la Comisión Estatal de Derechos Humanos para verificar las condiciones en que estaban retenida la víctima y decenas de sus compañeros, mientras su par nacional atrajo el caso para indagar las circunstancias en que ocurrió el fallecimiento.
En resumidas cuentas, estas comisiones mexicanas defienden a las personas, al margen de su nacionalidad y condición migratoria, de los abusos de cualquier institución gubernamental.
Algo de lo que, vergonzosamente, no gozan los miles de indocumentados latinoamericanos, niños incluidos, retenidos por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en condiciones infrahumanas en las perreras de ciudades como McAllen, a donde tanto nos gusta ir de compras.