Pórtense bien
El presidente López Obrador dijo en su mañanera de ayer que “los buenos periodistas toman partido por los gobiernos liberales para apoyar las transformaciones”. Pues le tengo una muy mala noticia: su gobierno no es, en modo alguno, liberal ni, mucho menos, transformador. Si algo ha hecho el pejiato, es retroceder el reloj nacional unos 30 o 40 años, refundiéndonos de vuelta en el peor autoritarismo del PRI, en las decimonónicas ansias confesionales y moralizadoras del PAN y en la perenne ineptitud del PRD.
Ya encarrerado el Presidente, siguió con otra marca
de agua de su gestión, las falsas equivalencias: “Estamos buscando la transformación y todos los buenos periodistas de la historia siempre han apostado a las transformaciones”. Con la pena, pero me acabo la página del diario si enlisto a los buenos periodistas que han peleado a veces literalmente a muerte contra el establecimiento “transformador” de regímenes tóxicos por llegar a sus países: desde Unamuno y la “transformación” franquista hasta Masha Gessen y la “transformación” rusa. Ejemplos nacionales sobran: allí está la leyenda de la lengua del emblemático Belisario Domínguez oponiéndose a la “transformación” huertista.
AMLO volvió a retomar la falsa cantaleta de que los medios no hablaban de la corrupción de los regímenes anteriores: “Pasó de noche el periodo neoliberal, todo el periodo de saqueo, de pillaje. Ahí están en falta los medios, con todo respeto, guardaron silencio cómplice”. Pues a lo mejor él estaba ocupado, digamos, en resucitar a Bartlett, en rehabilitar a Napito, en esconder a sus Evas Cadenas o en darle secretarías al responsable de la Línea 2, porque desde Vamos, México, pasando por la Suavicrema, la casa blanca y luego la estafa maestra, la prensa mexicana no se ha cansado, afortunadamente, de darle palos a la piñata.
El problema es que a López Obrador le llegó el turno de ser la piñata. Nomás que, como bien dijo Arturo Rodríguez, reportero de Proceso, medio acusado de “portarse mal” con él, “no es papel de los medios portarse bien, Presidente, con alguien”. Para AMLO, periodistas bien portados eran —además de Sanjuana Martínez, supongo— Zarco y los Flores Magón, describiéndolos como liberales que apoyaban transformaciones como la suya.
Bien haría AMLO en consultar a su historiadora esposa si le da por llamarles liberales a los Flores Magón, bajo la finta de que su partido se llamaba el Partido Liberal Mexicano: los hermanos, anarquistas —quienes, por cierto, se opusieron con todo a la “transformación” porfirista—, renegaban de la autoridad, del capital y de la Iglesia en pleno: el gobierno mexicano de entonces, como éste de ahora, se alió con el de Estados Unidos para lograr su captura, temerosos ambos de sus escritos subversivos.
Y, hablando de portarse mal, va una nota de Proceso: “En los primeros seis meses de gobierno de Andrés Manuel López Obrador han sido ejecutados 62.5% más periodistas que del 1 de diciembre de 2017 a mayo de 2018, en el gobierno de Enrique Peña Nieto, denunció la organización Reporteras en Guardia”. Qué falta para que diga que eso les pasa por portarse mal.
El Presidente siguió con otra marca de agua de su gestión, las falsas equivalencias