A sus órdenes, ¿jefa?
Hace algunos días escuché sendas anécdotas de mujeres con altos cargos de toma de decisión y perfiles de reconocida ética que decían les resultaba prácticamente imposible el dar órdenes a sus choferes… o al menos
que ellos las acataran. Les pregunté si no era exactamente lo mismo, aunque con manifestaciones más sutiles, lo que ocurría con cualquier hombre que estaba a su cargo en el organigrama. Asintieron y no dijeron más.
Esto volvió a mi mente con las recientes declaraciones del subsecretario de Gobierno, Ricardo Peralta. El Congreso de Baja California tuvo la peregrina idea de votar a favor de extender de dos a cinco años el mandato para el que había sido electo su flamante gobernador. Desde los grupos empresariales locales, hasta el Presidente de la República, pasando por el presidente de la Cámara de Diputados, deploraron este lance autoritario del legislativo bajacaliforniano y apelaron a hacer uso de las alternativas existentes para impedir que avanzara esa decisión. En ese mismo sentido se manifestó –aclarando, sin embargo, que lo hacía en su calidad de ministra de la SCJN en retiro– la secretaria de Gobernación, la doctora Olga Sánchez Cordero. Pero, ¿quién salió a decir que la decisión tomada por ese legislativo era parte de sus facultades? Su subalterno, el señor Peralta, quien además se permite el lujo típico del mansplaining (machos queriendo dar cátedra a las mujeres) de mostrarse condescendiente aclarando que respeta mucho a la secretaria, pero que disiente de ella.
El asunto es que desatender la postura de una jefa mujer no es novedad en la conducta del subsecretario, quien cuando encabezaba Aduanas fue públicamente y por escrito reconvenido por la persona a quien entonces reportaba, o debía reportar: la jefa del SAT. Así que entre ensalzarlo considerándolo un libre pensador a quien le gusta medirse de uno a una con constitucionalistas, o percibir en sus declaraciones un franco tufillo machista, visto lo visto, me inclino por lo segundo.