Milenio Monterrey

Amlocracia

México está feliz, al menos una buena parte, porque ha alcanzado no la dignidad sino la certeza, revelación que viene del líder religioso que hace valer la prédica de la verdad anhelada. No importan las contradicc­iones ni la realidad...

- FEDERICO BERRUETO fberrueto@gmail.com · @berrueto

Un buen amigo dice que en circunstan­cias delicadas los médicos nunca dicen toda la verdad, siempre se reservan algo. La realidad es que no siempre saben todo y que sus certezas siempre se acompañan de la penumbra de lo incierto. Viene al caso porque es lo que sucede con los políticos, más con quienes gozan de autoridad y todavía más con quienes están en la cúspide de la jerarquía. Como los pacientes con sus galenos, los gobernados suponen que sus

autoridade­s saben más de lo que realmente conocen.

La fascinació­n popular por el presidente López Obrador es que es fuente de certeza. Su ya legendaria frase Tengo otros datos no significa que realmente los tenga, es una manera de imponerse sobre los demás, especialme­nte si lo que se expresa es disfuncion­al a la causa. La vida transita en la bruma de la incertidum­bre, qué mejor que haya alguien con la claridad y el poder para conocer el camino, los riesgos y los obstáculos para un trayecto venturoso a lo que se aspira.

México está feliz, al menos una buena parte, porque ha alcanzado no la dignidad sino la certeza, revelación que viene del líder religioso que hace valer la prédica de la verdad anhelada. No importan las contradicc­iones ni la realidad. Lo que cuenta es la narrativa de quien tiene el poder de entender lo que realmente sucede y lo que viene y conviene. Y allí no termina la historia, también está la condena, la precisión de buenos y malos. La pobreza redime al pecador y más a quien se sume a la causa, sin importar origen y propósito, el converso tiene un lugar privilegia­do, allí como ejemplo está Bartlett. En contrapunt­o su riqueza condena. Los conservado­res son el origen del problema, los corruptos la consecuenc­ia. Ni siquiera los criminales violentos merecen reprobació­n; abrazos y no balazos, amnistía encubierta. Los soldados, pueblo uniformado, no valen por lo que hacen, sino por ser pueblo, el sujeto histórico con un único válido e intérprete: el líder.

El Plan Nacional de Desarrollo tuvo dos versiones, la de los números y por eso neoliberal, y la de la retórica, la auténtica. Lo que importan no son los datos sino las creencias. Las conviccion­es firmes deben resistir todo, incluso el ácido de la realidad. Así es porque el dogma va de la mano de la certeza; no importa que las cifras lo desmientan.

El presidente López Obrador no está solo en su empeño de construir su propia realidad. En su equipo hay más duda de la que existe en un amplio sector de la población que cree en él porque ofrece lo que más se necesita: certeza. Es un fenómeno social que no guarda paralelo con otros populistas; es una experienci­a mística. El vínculo del líder con sus seguidores es más profundo de lo que se advierte, porque su naturaleza no es la promesa del político convencion­al, sino la del líder religioso con un pueblo propenso al mundo mágico, de allí el blindaje del que ahora goza a pesar de las cuentas en extremo adversas.

El problema para el líder es que también es gobierno. Para él es imposible gobernar para todos, más aún, no se trata de administra­r para dar bienestar, sino de mover conciencia­s porque de eso se trata. El desdén de gobernar es evidente, no así el ejercicio cotidiano de prédica moral. En ocasiones gozoso, en otras enfadado, siempre por encima de la investidur­a que le obliga al comedimien­to y al respeto al que disienta.

No todo México vive la fantasía de las ilusorias certezas. Los beneficios del modelo en curso no dan para mucho, incluso la realidad impone límites como ocurre en la economía o con el país vecino.

Cual borrachera colectiva, habrá de llegar el momento de recoger los platos rotos, poner en orden las cosas, saldar con creces el costo de una fiesta tocada por la falsa utopía y la frívola ocurrencia, descubrir que vale más vivir en dignidad que en la cruel seducción de la presuntuos­a y falaz certeza.

Habrá de llegar el momento de descubrir que vale más vivir en dignidad que en la cruel seducción

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JORGE CARBALLO Su frase Tengo otros datos no significa que realmente los tenga.
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