Milenio Monterrey

Reforma penal con parlamento abierto, la vía

Un aspecto por considerar es el definir etapas del cambio desde el proceso legislativ­o e incluso inaugurar un esquema de aplicación de la norma en el que haya una evaluación al cabo de cierto tiempo y de los resultados se hagan las adecuacion­es necesarias

- LIÉBANO SÁENZ @liebano

La realidad llama a un cambio de fondo de la justicia penal. Son muchos los intentos que se han hecho para adecuar leyes e institucio­nes para hacer frente a la ominosa evidencia de que la abrumadora mayoría de los delitos que se cometen en el país no llega a esclarecer­se y sus responsabl­es casi siempre quedan impunes. No es una situación nueva, ha sido la constante a lo largo de la historia nacional. Lo que sí es reciente, al menos en las pasadas tres décadas, es el incremento de delitos violentos por la evolución de una nueva criminalid­ad cuyo origen es la producción o el trasiego de drogas ilegales, situación que se ha vuelto por demás insostenib­le y por el daño que entraña para comunidade­s, personas y sus familias. También las institucio­nes públicas sufren un fuerte deterioro y desprestig­io ante tal situación. La criminalid­ad junto con la corrupción son las grandes heridas del cuerpo.

A pesar de las insuficien­cias y de los magros resultados, el país ha consolidad­o buenas institucio­nes, además hoy hay funcionari­os capaces en ese segmento de responsabi­lidades públicas fundamenta­les, como es el fiscal general de la República, el doctor Alejandro Gertz Manero, y el consejero jurídico de la Presidenci­a de la República, Julio Scherer Ibarra. La Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene una integració­n confiable y a la altura de la exigencia de estos tiempos. En el Poder Legislativ­o y especialme­nte en el Senado de la República hay talento sobrado para contribuir a una reforma para mejorar la capacidad del Estado mexicano a fin de hacer frente al crimen y la violencia en el contexto de la civilidad propia de la justicia moderna.

La inclusión debe incorporar a la sociedad y particular­mente al gremio y a la academia de derecho. No es una reforma fácil, pero si hay claridad de objetivos a partir de un certero diagnóstic­o puede asegurarse que la diversidad de opiniones y perspectiv­as converjan en un diseño institucio­nal y jurídico consecuent­e con lo que se pretende.

Aspecto por considerar es el definir etapas del cambio desde el proceso legislativ­o. Incluso inaugurar un esquema de aplicación de la norma en el que haya una evaluación al cabo de cierto tiempo y de los resultados se hagan las adecuacion­es necesarias. No hay reforma infalible y por lo delicado del tema sería recomendab­le un innovador esquema en el que se prevean ajustes a partir de lo alcanzado. Así es, porque habrá que innovar en términos tales que solo los resultados son los que pueden avalar el cambio. Desde luego que se deben salvaguard­ar los principios propios del debido proceso y contenidos en nuestro texto constituci­onal.

La gravedad de la situación no llama a decisiones desesperad­as o precipitad­as, esto puede ser contraprod­ucente y provocar problemas más serios que las soluciones que se pretende. Por esta considerac­ión es aconsejabl­e que la reforma sea objeto de consulta y que sea un esquema de parlamento abierto la manera idónea para la participac­ión de muchos en el diseño de la reforma. El Senador Ricardo Monreal se ha comprometi­do en reformar al Poder Judicial, tarea que debe emprenders­e con un sentido de pluralidad y de inclusión.

A la Fiscalía General de la República se le deben dotar herramient­as suficiente­s para que pueda cumplir su cometido. Es fundamenta­l que las malas prácticas del pasado queden superadas y que se potencie lo bueno que existe. Las expresione­s recientes de su titular han sido claras y convincent­es. Por su experienci­a, visión y profesiona­lismo deben ser un elemento central para que el Estado mexicano fortalezca su capacidad para defender a la sociedad de sus peores y más pernicioso­s enemigos.

Las garantías y derechos del inculpado deben asegurarse para que la investigac­ión y el juicio penal cumpla con la condición del debido proceso. También debe darse mayor espacio a los derechos de las víctimas. Asimismo, para evitar que responsabl­es de delitos evadan la justicia es necesario resolver el problema derivado de detencione­s irregulare­s o carpetas de investigac­ión deliberada­mente mal integradas.

Siempre he creído que los jueces deben ser protegidos de la amenaza o de la intimidaci­ón. Es necesario valorar lo que con éxito se ha hecho en otros países para cuidar a quien debe dictar sentencia. Tribunales especializ­ados en crimen organizado y jueces protegidos en su identidad son algunos de los ejemplos. No debe trivializa­rse la amenaza que representa el crimen y desde ahora emprender cambios que salvaguard­en a quienes conducen a las institucio­nes del Estado en la procuració­n o administra­ción de justica.

Finalmente estimo necesario incorporar un elemento de la reforma penal: el sistema carcelario mexicano. No es aceptable que los centros de reclusión sean escuelas para el crimen. Mucho menos sean una forma de santuarios para actividade­s criminales como es la extorsión telefónica. La sanción no solo debe ser ejemplar y consistent­e con la gravedad del delito, también debe ser espacio para dar lugar a una de las grandes utopías de la civilizaci­ón: la reinserció­n social del delincuent­e.

La sanción debe ser ejemplar y consistent­e con la gravedad del delito

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HÉCTOR TÉLLEZ La SCJN tiene una integració­n acorde a estos tiempos.
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