Milenio Monterrey

La puerta falsa

- JOSÉ LUIS DURÁN KING operamundi@gmail.com @compalobo

Aprincipio­s de 1977, el joven Richard Trenton Chase ingresó a la sala de emergencia de un hospital de Sacramento, California. Buscaba a un ladrón que le había “robado” su arteria pulmonar.

Un médico atendió a Chase, quien insistía en que los huesos de su columna vertebral se le estaban saliendo por la nuca.

Un psiquiatra se unió a la auscultaci­ón del paciente. Explicó que lo que en un principio podía diagnostic­arse como esquizofre­nia paranoide, en realidad se trataba de una psicosis inducida por un alto consumo de drogas. Después de unas horas en observació­n, Chase fue devuelto a las calles.

Para el 29 diciembre del año referido, el individuo mató a tiros a su primera víctima. ¿Cuál fue el móvil? Al parecer, la agresión era una especie de válvula de escape emocional para Chase.

El 23 de enero de 1978, el asesino comenzó una serie de asesinatos que incluyó la mutilación, la necrofilia y la hematofagi­a, esta última para recuperar la sangre que se le escapaba por el hueco de la arteria pulmonar que le robaron. Los medios bautizaron a Chase como Drácula de Sacramento.

Entre 1977 y 1978, Chase asesinó a seis personas, por lo que fue condenado a muerte y enviado al pabellón de los condenados en la Prisión Estatal de San Quentin, en California, donde el otrora temible asesino era víctima de bullying por parte de los otros presos.

El 26 de diciembre de 1980, Drácula de Sacramento acabó con su vida ingiriendo una gran cantidad de pastillas para su tratamient­o que él reunió por varias semanas con la idea de suicidarse.

Jack Pemment explica en el artículo “When Serial Killers Commit Suicide”, publicado en la revista Psychology Today del 12 de diciembre de 2012, que la mayoría de los asesinos en serie posee una capacidad muy limitada para la emoción y la empatía y que en general son sumamente narcisista­s.

La ausencia de emoción y empatía, aunado al narcisismo, hacen muy difícil que un asesino sienta culpa y se suicide.

Sin embargo, el suicidio suele darse en asesinos seria les, sobretodo cuando ocurre lo que el especialis­ta Pe mm ent denomina“la pérdida del estado propio ideal ”, es decir, cuando “las restriccio­nes ambientale­s y sociales limitan sus deseos egoístas”. La pena de muerte, la cadena perpetua, una enfermedad, por ejemplo, pueden orillar a un psicópata a atentar contra su propia vida.

Contrariam­ente al asesino masivo, quien en general cumple a cabalidad el libreto de matar en un solo evento a cuantas personas se le atraviesen en el camino para suicidarse a final de cuentas, el asesino serial gusta vivir muchos años haciendo lo que le gusta.

La doctora Katherine Ramsland dio a conocer en 2010 un estudio en el que comparaba la tendencia al suicidio entre los asesinos de masas y los homicidas pluralista­s.

La diferencia fue abismal: de acuerdo con una muestra de 600 casos, solo 4.4 por ciento de los asesinos seriales mostró tendencia al suicidio. El resto fue para los asesinos masivos.

En cuanto al método para acabar con su vida, los asesinos seriales prefiere ahorcarse o colocarse una bala en la cabeza.

A continuaci­ón, algunos homicidas seriales que han escapado por la puerta falsa: Joe Ball, Herb Baumeister, Leonard Lake, David Birnie, José Luis Calva Zepeda, Karl Denke, Javed Iqbal, Alexander Komin, Harold Shipman y Frederick West.

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