Milenio Monterrey

Captura de Lozoya es bocanada de oxígeno

- Horacio Salazar

o hay granuja sin suerte y la captura del ex director de PeNmex,

Emilio Lozoya, significó una bocanada de oxígeno para el presidente Andrés Manuel López Obrador, que de no ser por ese hecho casi habría tenido que arriar algunas banderas, así de horrible fue su semana. Claro que ninguna de las circunstan­cias que enumero aquí se debieron a factores externos o a la herencia de sexenios malditos: tienen el sello de la casa, la marca del Peje.

Empezamos la semana con que el avión presidenci­al se iba a rifar. Bueno, habría una rifa vinculada con el avión, pero que lo usaría solo como imagen, porque en realidad sería un sorteo de Lotería Nacional con 100 premios de 20 millones de pesos cada uno. Se emitirán seis millones de “cachitos” de 500 pesos cada uno. El Presidente se convirtió en vendedor de billetes para venderle a la gente –el pueblo bueno– la idea de que comprar uno de esos ridículos boletos sería una contribuci­ón a la salvación de la patria.

Debió verse muy cuesta arriba la venta del boletaje, porque de inmediato vino la siguiente decisión estratégic­a, vulgo ocurrencia. Convocó a empresario­s a una cena modesta, pero en cada asiento había un formulario para que los circunstan­tes eligieran “voluntaria­mente” si aportarían 20, 50, 100 o 200 millones de pesos. Jamás unos tamales salieron tan caros; jamás se vio tal cinismo al pasar la charola, y el incansable verbo de López Obrador procuró hacer pasar el chantaje como una generosa aportación otra vez a la salvación de la patria. Lástima que el mantener en el anonimato los nombres de los voluntario­s en esta administra­ción diáfana arroje las sombras de sospecha sobre todo este asunto. Para colmo, las ventas tuvieron solo un éxito relativo, y la medida despertó aún más la desconfian­za de los inversioni­stas, que conocen a pocos empresario­s tan desinteres­ados y positivos como los amigos del Peje.

Tercer pifia, esta vez por partida doble: tratar de imponer como el eje de la agenda la dichosa rifa, en vez de aceptar a tiempo la importanci­a que tiene el tema de los feminicidi­os. Primero dijo que no quería que el asunto le arrebatara atención a su sorteo y luego se disculpó cuando vio el boquete que sus palabras abrieron en su línea de flotación. Pero la disculpa fue de dientes para afuera, como lo demostró el enojo presidenci­al cuando en la mañanera, las compañeras reporteras insistiero­n en el tema. El colmo circense: el jefe de prensa le ordenó a un “reportero” que desviara la atención hacia otro tema, y todos vieron la torpeza con la que se hizo la maniobra.

Lo dicho. De no ser por la captura de Lozoya, tendríamos tal vez que cantarle un tercer strike al primer pelotero del país.

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