Román Revueltas
Encerrados en el reducido espacio del presente
Apenas ayer, andábamos des preocupada mente por las calles, repartíamos besos y abrazos por poco que nos cruzáramos con un mero conocido, llenábamos el grade río de los estadios, nos arremolinábamos delante del escenario donde se presentaba el cantante popular y departíamoscon los amigos en la fonda de la esquina, en la cantina o en el restaurante de postín. Hoy, todo eso se acabó.
Mucha gente ha vuelto por su cuenta a una suerte de normalidad y otras tantas jamás parecieron tomarse las cosas con la más mínima preocupación, como sino les concerniera todo estoy como si una amenaza mortal no fuere algo disuasorio de necesidad. Y sí, es cierto que no somos un pueblo especialmente disciplina doy el extraño individualismo de los mexicanos se sigue manifestando en conductas sorprendentes que, sino fuera porque sabemos que algo anda muy mal, nos harían pensar que no está ocurriendo realmente nada serio.
Hablando, justamente, del anunciado retorno a la “normalidad” (una cotidianidad que no será, durante mucho tiempo, nada parecida ala que disfrutábamos antes, aunque lo repito, son legión quienes dan la impresión de no haberse enterado todavía), aquellos que ya la habían retomado por sus pistolas se sentirán ahora más validados que nunca en su desenfado.
No hemos llegado a la fase más aguda de contagios ni ha comenzado a disminuir el número de muertes, más allá de que la nefaria combinación de ineptitud, ir responsabilidad e in consciencia de algunas autoridades nos haya llevado ano tener cifras verdaderas ni datos confiables.
Lo que anticipamos todavía menos es la realidad de nuestras existencias a media no plazo. Ese vid entequen ola imaginamos porque muchos de nosotros suponemos que esto, lo de un virus del que se saben todavía pocas cosas, es algo transitorio. Pero ¿qué tal si ya nada vuelve a ser igual durante un buen tiempo? En efecto, dentro de 100 años todos vamos a estar muertos así que en términos absolutos esta peste no es más que un suceso, otro más, en la historia del mundo y de los hombres. Lo inquietante del tema es que la epidemia nos ha tocado a nosotros, a quienes estamos aquí en este momento, y que la mera perspectiva de que ya nada vuelva a ser iguales simplemente estremecedora, porno hablar de la estela de muerte y sufrimiento que habrá dejado el SARS-CoV-2.
Nos resistimos a imaginar el escenario que se dibuja en el horizonte. Nos hemos encerrado, como tantas otras veces, en el reducido espacio del presente.
Lo que anticipamos todavía menos es la realidad de nuestras existencias a mediano plazo