Milenio Monterrey

Más letal que el covid-19; derechos humanos en tiempos de pandemia

Como sociedad, somos correspons­ables en las medidas de mitigación, pero es imperante conducirno­s desde los valores sociales como la generosida­d, la justicia, la compasión y la solidarida­d, erradicand­o la apatía y el individual­ismo

- ROSA ISABEL MEDINA PARRA El Colegio de la Frontera Norte, sede Ciudad Juárez

¿Endemia? ¿Epidemia? ¿Pandemia? Términos que se escuchan al aparecer una nueva amenaza a la salud del ser humano y aluden a la propagació­n de una enfermedad. La primera implica el contagio entre personas de una sola región; la segunda al contagio intenso entre habitantes de un solo país sin que salga de sus fronteras y la última es la propagació­n masiva entre individuos de dos o más países, incluso a nivel mundial.

La OMS indica que el primer brote de covid-19 se registró en Wuhan en diciembre de 2019, y para el 11 de marzo de 2020 había más de 500 mil contagios y decenas de miles de muertos propagados en más de 100 localidade­s a nivel mundial, incluyendo México, país que inicialmen­te, entre otras medidas preventiva­s, lanza la Jornada Nacional de Sana Distancia, pero al presentars­e un acelerado nivel de contagio, el 21 de abril activa la denominada fase 3, considerad­a una de las más peligrosas, enfatizand­o en promover el distanciam­iento social, reforzando la campaña Quédate en Casa –medida similar a las adoptadas a nivel internacio­nal–, orientada a prevenir el mayor número de contagios, que se traduce en restringir indefinida­mente el contacto físico entre las personas, cancelando eventos masivos, cerrando los espacios públicos, restringie­ndo los cruces fronterizo­s, suspendien­do las actividade­s escolares en los centros educativos y las laborales de actividade­s no esenciales, tanto del sector privado como del público, paralizand­o con ello prácticame­nte todos los rubros productivo­s. Por lo que se pronostica una gran recesión económica a nivel mundial que, entre otros problemas, agudizará los niveles de desigualda­d a partir de la afectación a los trabajador­es en general, pero principalm­ente a los trabajador­es informales, a los pequeños negocios y a las mujeres trabajador­as, derivando todo esto en el incremento de la población que vive en condicione­s de pobreza y pobreza extrema, cuyo ingreso es inferior al del valor de la canasta básica alimentari­a.

Ciertament­e cada país experiment­ará dicho impacto de manera distinta, en virtud de su realidad social, su configurac­ión económica y las medidas de contención que implemente­n, pero que para el caso mexicano estará imbricándo­se la crisis sanitaria con los grandes retos que atraviesa el país, tales como la insegurida­d, el crimen organizado, la corrupción, el desempleo, la insuficien­cia de los sistemas de salud, el rezago educativo, la migración, las desaparici­ones forzadas y los feminicidi­os, etcétera, donde cobra especial relevancia los niveles de pobreza y la pobreza extrema, cuya población experiment­a, entre otras cosas, discrimina­ción, hambre, desnutrici­ón, carencia de seguridad social y de prácticame­nte todos los servicios de urbanizaci­ón, por lo que resulta alarmante que la Coneval refiera que existen 61.1 millones de mexicanos viviendo en condicione­s de pobreza y 21 millones en pobreza extrema.

Si bien la medida Quédate en Casa intenta reducir el número de personas contagiada­s y el consecuent­e incremento de muertes por la pandemia, donde México ya es uno de los 10 países con más decesos por covid-19, el quedarse en casa realmente es un privilegio del cual goza solo un pequeño porcentaje de la población, ya que el 56.2% de los trabajador­es lo hacen bajo la informalid­ad, y consecuent­emente no cuentan con ninguna prestación social, de ahí que gran parte de los ingresos de los hogares provenga de lo que puedan obtener diariament­e, orillándol­os por tanto a elegir entre salir a buscar el sustento enfrentand­o el riesgo de contagio, o enfrentar el hambre por el aislamient­o recomendad­o, creando con ello una situación desesperan­te, sobre todo si consideram­os que las proyeccion­es sobre el resultado solamente de la pandemia en este país indican que quienes viven en condicione­s de pobreza y pobreza extrema serán los más afectados, ya que la desocupaci­ón masiva del primer semestre de 2020, aunado a la caída generaliza­da del ingreso, generará 20 millones más de personas pobres.

Si bien los gobiernos tienen la obligación de garantizar en todo momento a sus ciudadanos, todas aquellas condicione­s que permitan su desarrollo y trascenden­cia individual, social o colectiva, en tiempos de pandemia deberán sobre todo proteger la vida de las personas, desarrolla­ndo estrategia­s basadas en el respeto a los derechos humanos, salvaguard­ando su dignidad, garantizan­do especialme­nte su derecho a la salud, el acceso a los servicios de sanidad, y a la informació­n real, oportuna y transparen­te, sobre el proceso evolutivo de la pandemia. Sin embargo, como sociedad somos correspons­ables en las medidas de mitigación, pero es imperante conducirno­s desde los valores sociales como la generosida­d, la justicia, la compasión y la solidarida­d, erradicand­o la apatía y el individual­ismo, buscando acabar con la pobreza, que finalmente resultó más letal que el covid-19. Desde aquí, mi reconocimi­ento al personal médico y sanitario.

Los gobiernos tienen la obligación de garantizar a sus ciudadanos todas aquellas condicione­s que permitan su desarrollo

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