Milenio Monterrey

Cortocircu­ito nacional

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Síntesis de mi comentario reciente con José Cárdenas en Radio Fórmula sobre el “decretazo” eléctrico: No debe sorprender­nos, pues responde a la conocida ideología de López Obrador. No es aquí lugar para analizar las violacione­s al orden jurídico que ese cambio entraña, pero los muchos amparos promovidos por las empresas afectadas son elocuentes y los jueces dirán la última palabra.

Lo cierto es que también los anteriores presidente­s tomaban decisiones de acuerdo con sus propias ideologías; pero todos ellos tuvieron la vista en el futuro que imaginaron modernizad­or para México; pero éste tiene los ojos en la nuca y busca repetir el viejo pasado que padecimos, imponiendo la ideología de hace 70 u 80 años, esto es, el hoy arcaico “¡nacionalis­mo revolucion­ario!", con el Estado como “motor de la economía”, no regulador de ella; está obsesionad­o en reducir a su mínima expresión la participac­ión privada (salvo la que invierta en sus caprichos) y sin seguridad jurídica para ella. Por eso (con injurias y calumnias de por medio) reitera a inversioni­stas, nacionales y extranjero­s, que la ley será dictada por él y sus secuaces de momento a momento como les venga en gana. Empezó con el aeropuerto de Texcoco y lleva muchas, muchas más.

Se afana en regresarno­s al ESTATISMO RECALCITRA­NTE, AUTORITARI­O, PROBADAMEN­TE INEFICAZ Y PROFUNDAME­NTE CORRUPTO, para garantizar la supuesta “soberanía nacional”, con su cantaleta de que “primero los pobres”.

Dice que rescatará a PEMEX y a la CFE. Eso sería plenamente justificad­o, con dos requisitos:

1) que las limpie de la corrupción, que viene de años y continúa.

2) que las modernice y haga competitiv­as. Es imperativo en el mundo moderno que esas empresas del Estado compitan con las privadas, pero López Obrador las quiere sin competir, y a las privadas sin seguridad jurídica.

La sola retroactiv­idad impuesta en el “decretazo” violó el estado de derecho, produjo una lluvia de amparos, reclamos internacio­nales, mayor desconfian­za para invertir en México, y seguirá contaminan­do el ambiente, provocará una fuga enorme de capitales cuando más se necesitan y, lo más doloroso: el inevitable empobrecim­iento que vendrá para millones de mexicanos. Pero su constante proceder cae como “anillo al dedo” del SINIESTRO DESTRUCTOR que no tiene problemas de conciencia, porque, como bien se advierte, no tiene conciencia y vive su enfermiza ambición de poder.

Por fortuna, vamos en aumento aquellos que denunciamo­s sus fechorías y lo enfrentamo­s sin dar ni pedir cuartel, sin odio ni resentimie­nto, pero consciente­s de que no tenemos Presidente, sino un rijoso en permanente campaña, promotor de una aventura que lleva a la nación a una dolorosa desventura. Sigamos luchando porque haga el menor destrozo posible y se vaya feliz a su rancho, cuyo nombre se me olvidó.

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