Huele a motín en las cárceles regias
Se viene un motín y de los gachos en las cárceles de Nuevo León. Sí, de esos que ocurren cuando la válvula estalla porque quienes debían controlar la presión, prefirieron forzarla hasta límites inimaginables.
¿Cuánto puede aguantar un preso? ¿Y su familia? Preguntas eternas para un mundo carcelario que la sociedad mira de reojo porque no le interesa lo que pasa puertas adentro. Asesinatos, cobros de piso, torturas y todo tipo de vejámenes que confabulan en un universo paralelo al exterior.
Es tan dura esta realidad que genera un punto ciego que se perpetúa con cada administración. Desde el gobernador y su mano derecha (Manuel González) hasta los funcionarios de Administración Penitenciaria, directores y celadores de cada cárcel. Un sistema que trabaja en la sombra con la perfección de un reloj suizo, pero que cada cierto tiempo se deja de aceitar, se traban las piezas y estalla.
Hoy, las señales me llevan a anticipar un desenlace muy negro. Primero, porque el covid aisló las cárceles y hace meses que no ingresan ni familiares ni organizaciones civiles o de derechos humanos. Segundo, porque he recibido numerosas llamadas de padres u esposas que están muy asustados por lo que ocurre adentro resumiéndolo en tres ámbitos: seguridad, calidad de alimentos y hacinamiento. Tercero, porque aparecieron 20 mantas (y no 9 como dicen algunos medios) dispersas en toda el área metropolitana de Monterrey, manifestando este mismo descontento.
Combinemos estos tres argumentos y agrégale que ya caminamos épocas electorales y el coctel será letal. ¿Quiénes son los responsables? Obvio que las autoridades. ¿O quién creías? Los miles de presos que están encerrados se moverán según las libertades que le otorgue la pirámide jerárquica que va desde el gobernador hacia abajo. Y hoy, te lo vuelvo a repetir, todo está al borde del colapso.